12.10.08

Rodrigo


Cuando Rodrigo se despierta, sus ojos se abren como si no hubiese dormido un solo minuto.
Le aparece su eterna sonrisa en esa cara de ángel con la que nació porque, probablemente lo sea, y todos contemplan el espectáculo con una sonrisa contagiada de la suya.
Cuando Rodrigo ve colores, abre los ojitos pasmado y los escudriña como si quisiera retenerlos en sus pequeñas pupilas para siempre
Cuando Rodrigo ve a su mamá, el mundo de alrededor se nubla y no ve otra cosa que la cara que reconoce ya perfectamente y que le dice "hola, hola, hola, hola", mientras le pasa los dedos desde la barriguita hasta la barbilla... y Rodrigo le regala una sonrisa.
Cuando Rodrigo tiene hambre, no se atreve ni a llorar. Sólo frunce el ceño un poquito hasta que alguien le hace una gracia y él corresponde con su risa. Y cuando llega el biberón, abstraído del mundo, se lo toma hasta el final y vuelve a la actividad de mover las piernas y las manos sin parar, mientras rebusca, con su cuello frágil y aún sin control, los muñecos que sus papás le colgaron de una lámpara para mirarlos incansable.
Rodrigo es tan listo que uno sabe lo que le pasa a cada minuto.
Rodrigo es tan bueno que, una vez que lloró, sus papás se asustaron muchísimo.
Rodrigo es tan gracioso que te hace reír sólo con su presencia.
Rodrigo es un angelito que no llega a los cuatro meses de vida. Y aún así, uno se plantea cómo pudo ser la vida antes de él.
Rodrigo me conoce y me quiere sólo por lo que soy, aunque no sea consciente de ello.

Rodrigo es... eso: Rodrigo.


(A Álex y a Rosi, los papás de Rodrigo. Por hacerme sentir siempre parte de su pequeña familia).

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