11.9.12

 A los cuarenta no eres ni joven ni viejo. A los cuarenta estás en una especie de limbo donde te relames aún con el sabor de la juventud que no acaba de irse y no sabes si es un espejismo, como quien siente una pierna durante un tiempo después de amputada o si es real, que nada ha cambiado, que "cuarenta", en realidad, no significa nada, que es sólo el número que va detrás del treintainueve y el resto son cuentos de vieja. Hace unas pocas semanas que crucé la barrera de la treintena y he abierto la puerta a algo que llevo temiendo toda la vida atemorizada por palabras como "cuarentona", "solterona", "pureta"... y no sé si es que soy un bebé en esto de la cuarentena o que sigo en ese estado de no haberlo asimilado pero... pero sigo siendo yo. Ninguno de mis miedos se ha hecho realidad: sigo aferrada a la soltería como modo de vida, negada a la maternidad y, ni por un solo momento, he dudado de esas decisiones que tomé cuando tenía "toda una vida por delante" para cambiar de idea. "Que luego no hay vuelta atrás", "Que se te pasa el arroz", "Que en la vejez vas a estar muy sola"... son frases que me espantan por lo amenazantes por un lado y lo egoístas por el otro. Cierto que echas la vista atrás y ves un desfile de caras y nombres tan largo que parece que no has vivido cuarenta años, sino cien. Nombres y apellidos que en un momento lo significaron todo y que ahora son sólo recuerdos lejanos con caras incompletas y voces olvidadas, y piensas que algunas de esas personas debió quedarse en tu vida, o que alguno de esos hombres era "el bueno" y no lo supiste ver. Pero aquí estoy, más viva que nunca, con el corazón roto una vez más, con la mochila cargada de decepciones recientes pero más viva que nunca. Supongo que en lo que yo imagino como vejez no existen esas emociones; que uno llora por los amigos que se mueren, no por los que se van de tu vida por voluntad propia; que se está curado de espanto y todo llueve sin llegar a calar; que el amor es diferente, calmado y no es esta pasión que hace que el cuerpo duela; que uno mira más atrás que adelante... Mirado todo esto puedo decir que los cuarenta sí significan algo; algo muy distinto de lo que yo pensaba y de lo que me habían contado: los cuarenta te hacen sonreír al mirarte al espejo porque sigues siendo la misma persona, pero ahora le guiñas el ojo a la vida con la complicidad del que ha descubierto el truco y no se lo va a contar a nadie. 

La tercera crisis lo llaman, cuando descubres quién eres y quién quisiste ser siempre. Inspirado por Beatriz de Vega Santiago y su blog "El Vicio de Contar".