26.9.08

La belleza en un temporal


¿Te resulta familiar esa situación en la que reconoces la escena de una película en tu vida?
Un sonido, una imagen, un paisaje determinado... y te viene a la cabeza la escena completa...

Hoy es uno de esos días que me encantan. El cielo amaneció negro como pocas veces. No parecía que fuera una mañana de Septiembre, sino un atardecer de Enero. El viento soplaba frío, en la dirección contraria a la que suele soplar. Tuve que encender la luz de la cocina para desayunar porque estaba en penumbra. Veía la ropa del tendedero de la solana revoltosa, las toallas parecían asomarse jugando intermitentemente. Me encantan esos días de "mal tiempo". "Ojalá que llueva", pensé.
Al cabo de un rato el aire ya no soplaba frío, sino cálido y con más fuerza. Las nubes estaban más negras aún que antes y unas gotas gordas, lentas, pesadas, empezaron a caer ruidosas. Me asomé y vi cómo aceleraban la caída hasta mojar el cemento gris rápidamente. Ahora ya llovía en toda regla y el viento, caliente, era casi huracanado.
Me puse contenta porque me quedaba un buen rato para salir de casa y podía aprovechar la sensación de protección que siento al ver una tormenta desde detrás de los cristales, protegida, mientras la ventana se va mojando hasta quitarme la visión. El ruido de las gotas chocando contra ella me relaja, me hace suspirar como si todo se lo llevara el agua que cae del cielo.
Así estuvo todo el día. Al llegar a casa por la tarde, empapada y con el aire caliente metido en la garganta, volví a asomarme a la ventana para ver el temporal protegida de nuevo. Nos habían puesto en alerta por fuertes vientos, lluvia y cortes del suministro eléctrico. "A buenas horas", pensé esta vez, que ya llevábamos todo el día con el temporal encima.
En la soledad que se veía desde la ventana, sin miedo al viento, ni a la lluvia, valiente, traviesa, danzarina, viva, vi una bolsa blanca hacer piruetas, volando muy alto.
"Como en American Beauty". Me quedé observándola un buen rato, esperando a que cayera en alguna parte, pero se alejaba cada vez más. ¿Habría alguien más observándola desde su ventana, como yo? Recordé aquella escena de la película, tan simple y tan llena de emoción, una grabación de una bolsa que se dejaba llevar irremisiblemente por el viento.
Daba la sensación de que podía elegir su dirección, sus movimientos, la velocidad a la que hacía piruetas en que parecía ir a caer al suelo y volvía a levantarse más alto que antes, muy rápido...
El cielo se había puesto definitivamente negro, revuelto, el aire caliente soplaba furioso y las plataneras parecían palmeras en movimiento a lo lejos. Realmente era una situación a la que no estamos acostumbrados, pero el paisaje era precioso. Todo brillaba por el agua que acababa de caer y allí estaba la bolsa, dando vida a aquella soledad, una soledad vacía de ruido y de gente. Gente temerosa de lo que llamamos "mal tiempo", cuando realmente es un tiempo amable, que nos trae el agua que tanta falta hace a esta pobre isla seca después de tres inviernos sin lluvia.
Recordé también, mientras la bolsa era ya un punto minúsculo en la altura y la lejanía, una de las escenas más bonitas que he visto en una película, con el viento y un objeto protagonizando un baile aéreo maravilloso: el paraguas rojo sobre el Bósforo, en "Un Toque de Canela".

La bolsa valiente desapareció. No sé a dónde iría a caer, volviendo a ser un objeto inútil tirado en la calle, afeándola.
Quien la encontrara y la evitara como basura, dejándola atrás y sin reparar una milésima de segundo en ella, nunca sabrá que esa bolsa inútil, inerte y arrugada, fue capaz de desafiar un temporal, bailando con él, mientras alguien la observaba desde su ventana.

Cuánta belleza en un temporal...

(¿Cuántas veces nos miran sin saber que también hemos bailado con el viento?)