15.3.08

"No entiendo que acabáramos follando"




- ¡¿Serás gilipollas?! - fue lo último que oyó Álvaro antes de cerrar la puerta del apartamento. La había echado a la calle con el sujetador a medio abrochar y un sola bota puesta. El resto de su ropa la llevaba atropelladamente en la mano y las minúsculas bragas que ella había elegido para la ocasión, recordó más tarde haberlas visto sobre su pelo aún despeinado, donde fueron a parar cuando se las lanzó con rabia antes de darle un último empujón hacia la puerta de la calle.




Él se relamía aún recordando el revolcón con la chica de hacía unos días. La experiencia había sido una de las mejores de los últimos tiempos, en que ya había empezado a perder la esperanza de encontrar un buen polvo o, al menos, una que la chupara bien, como aquella bestia a la que apodaría "la faquir" por razones obvias. Nunca había podido desprenderse de aquella manía de dar apodos a las tías que se follaba. Estaba "la sirenita", con la que había echado uno de sus polvos más incómodos, nada menos que en una playa llena de rocas enormes, encima de una de ellas. Se acordaba de "la silver", a la que había llamado así por el caballo del Llanero Solitario, un especimen raro a la que sólo le gustaba que le dieran por el culo. Se reía cuando se acordaba de "la María Antonieta", que le había confesado que con un sólo revolcón había logrado que ella "perdiera la cabeza". A veces se acordaba de "la bollas", la tía con las tetas más grandes que jamás había visto, al menos en su cama.
Durante un par de días, cosa que era excesiva para él dada la rapidez con que olvidaba a las mujeres que pasaban por su cama, elegía a la chica de hacía unos días para su paja matinal en la ducha. Le gustaba recordar el tatuaje de una abeja peligrosamente posada en la curva que hacía el interior de su pecho izquierdo con el aguijón dirigido a aquel pezón erizado que tenía delante de sus ojos cada vez que la recordaba. Pasaría a la historia como "la Maya" por la dichosa abejita. Pasados el par de días, se cansó de la visión y simplemente la borró de su mente.


Era viernes, tal vez le esperara alguna experiencia nueva y, sin muchas esperanzas, salió a despejarse un poco y a mojar la garganta con algo que no fuera agua y que emborrachara un poco. En el bar de siempre se encontró a la chica de la abeja "picapezones", que le dirigió una mirada esperanzada en repetir el polvo de hacía unas cuantas noches. Pero él levantó la mano a modo de saludo con un poco de aburrimiento y se sentó en la barra dándole la espalda. Pidió su Ballantines y se limitó a recorrer con la mirada, moviendo la cabeza al ritmo de la música, el local atestado de caras desconocidas de niñatas más maquilladas de lo normal y con unos cuerpazos de vértigo, pero sin tetas, para su gusto.


- Joder, la que faltaba- pensó suspirando y enterrando su mirada aburrida en el vaso de Ballantines. Allí estaba la mejor amiga de la abejita. Pensó en el apodo que podía ponerle a ésta si alguna vez estuviera tan borracho o drogado para llegar a follársela. Además de caerle mal y de tener una conversación realmente insulsa, era el grano en el culo de su amiga, a la que le constaba que no era demasiado leal. Vamos, justo lo que él llamaba "una mierda de tía". Se le ocurrió llamarla "la willy", por el amiguito medio atontado de la abeja Maya. Y se rió solo.


- No es bueno beber a solas, Alvarito - le dijo "la willy" ocupando la butaca vacía al lado de Álvaro.


- Ve a zumbar a otro lado, anda. No estoy para gilipolleces- le contestó sin mirarla dando un sorbo al Ballantines.


- Eh, tranquilo- Le dijo ella molesta - Oye, sólo quería decirte que a mi amiga parece que la has dejado pillada. Debes ser muy bueno en la cama, tú.


- No me apetece tener la más mínima conversación contigo sobre eso o sobre nada. Cuando quieras te demuestro lo bueno que soy y nos dejamos de tonterías - dijo con el fin de ser lo más grosero posible y quitársela de encima.


- Vaya, qué directo, ¿no?


- Hasta luego... - dijo mientras se levantaba y dejaba un billete de 20 euros para el whiskey sobre la barra. Cuando estuvo lejos de ella acabó la frase: "... abejita estúpida".




Álvaro no sabía el efecto de sus palabras en "la willy" que, lejos de recordar el desprecio que él mostraba siempre hacia ella, sólo recordaba el ofrecimiento de un polvo de demostración. Pensó que, después de todo, en el fondo le gustaba un poco y que por eso siempre la trataba con tanta mala leche y que, por qué no, por esa misma razón se había acostado con su amiga. Para disipar la duda de sus propios razonamientos, se propuso que sería ella quien demostrara a ese chulito quién era el polvo realmente.




Al día siguiente, el sábado, misma escena, mismo bar. Tal y como ella había imaginado. Lo vio de nuevo en la barra, esperó a que él acabara la conversación que tenía al teléfono y se acercó, seductora.


- Hola, Alvarito. Con que sigues bebiendo solo, ¿eh?


- Oye, tú es que no pillas el mensaje, ¿no?


- Vale, oye. Si quieres me voy, pero, sinceramente, me gustaría probar eso que dijiste ayer.


- ¿Cómo dices?


- Sí, hombre, lo bueno que eres en la cama...


Álvaro estaba a punto de reírse de "la willy" en su cara, pero miró a su alrededor y sorprendió a "la Maya" observándolo, ya desesperenzada. Lo menos que le apetecía esa noche era aguantar sus miradas clavadas en la nuca. Total, sus amigos ya se retrasaban y estaba hasta los cojones de la música que ponían a aquella hora en el bar para atraer a las niñatas que traían tras ellas a los niñatos bebedores. Miró a "la willy". Realmente nunca le había gustado esa tía. Ni siquiera lo ponía. Volvió a mirar el bar, lleno de gente y vacío de oportunidades y, mirando a "la willy" de arriba a abajo intentando encontrar algo que lo convenciera, pensó que al menos esa noche dormiría tranquilo. Sería como una paja breve pero sin tener que molestarse en hacérsela él.


- Vamos a mi casa. - le dijo


- Vamos- respondió ella satisfecha. Miró a su amiga antes de abandonar el bar y le hizo un gesto que hiciera pensar a la pobre Maya que iban a hablar sobre ella. Ya se inventaría la historia mañana. Ahora por fin iba a follar con Álvaro y eso era lo único que le importaba.
El corto viaje en coche desde el bar a la casa fue silencioso, amenizado sólo por las tres canciones de Marea que sonaron desde que puso el motor en marcha hasta que lo apagó frente al apartamento.
Ya en su cuarto, él fue al grano. Le sacó las botas cuando ella se sentó en la cama. Le desabrochó el vaquero ajustado y lo deslizó piernas abajo hasta quitárselo. No se fijó en el minúsculo tanga que ella había elegido precisamente para esa noche. Se limitó a sacarlo sin ni siquiera mirarlo. Sólo tenía los ojos clavados en los de ella. No la había besado; no la había tocado. Le desabrochó la blusa blanca que antes había desvelado algo de encaje debajo y, seguidamente, el sujetador. Allí estaba, desnuda sobre su cama y aún no la había siquiera rozado. La imagen de verla así frente a él, aún vestido, lo hizo sentir perversamente superior y la idea se la puso dura. Simplemente se desabotonó el pantalón, la sacó y la dirigió a la boca de ella, que lo esperaba sonriente y pícara sentada en la cama, deseando tener todo aquello para ella. Para demostrarle y demostrarse que ella también lo podía sorprender.


- Bueno, no la chupa tan mal- pensaba Álvaro con los ojos cerrados y la cabeza levantada. No era "la faquir", pero menos daba una piedra.


Mientras se la chupaba, ella miraba hacia arriba para encontrar los ojos de él, pero Álvaro no la miraba. Se lo estaba poniendo difícil, pero no se imaginaba la sorpresa que le esperaba.

De repente, paró y él la miró con curiosidad y un poco de impaciencia.


- Túmbate en la cama, Alvarito...


- Vaya, al grano, eso me gusta - dijo él optimista, aunque jodido por aquella manía que tenía de llamarlo "Alvarito".


Ella le puso el preservativo con la boca y se sentó a horcajadas encima de él y empezó a moverse despacio mientras lo miraba. A Álvaro le gustaba la idea de no haber tenido que besarla ni tocarla. Ni siquiera le había tocado las tetas. No era para nada la tía de sus sueños ni mucho menos el polvo de sus sueños. Y volvió a impacientarse cuando ella paró de moverse.


- Otra paradita, joder- pensó resoplando - Habrá que olvidarse de "la willy" y recordarla como "la bus".


Ella se salió de la cama, fue a su bolso y sacó unas esposas. Se las enseñó con una mirada picarona que a él le pareció incluso absurda. Definitivamente aquella tía no lo ponía en absoluto. La seguía teniendo dura, pero sabía que era cuestión de segundos que todo se fuera al carajo. Le encantaba el rollo sado "light", siempre había disfrutado con los juegos sexuales. Había estado esposado, atado, incluso untado en caramelo con los ojos vendados. Y se lamentó de que fuera "la willy" precisamente la que la que le ofreciera el show de dominadora. Le parecía en aquel momento una pobre infeliz que recogía los trofeos que había ganado antes su amiguita. Finalmente, tanta parada y aquel jueguecito de las esposas a esas horas lo acabó por impacientar. Total, ya se le empezaba a bajar; "a la mierda", pensó. Y se incorporó en la cama.


- Paso de este rollo.


- Venga ya. Me han dicho lo contrario... No te pongas difícil, Alvarito.


- A ver si lo entiendes: paso de este rollo CONTIGO.


- ¿Qué? ¿Por qué?- preguntó ella desconcertada.


- Mira, lárgate, ¿vale?- dijo Álvaro impaciente del todo.


Ella no podía creer que aquel rechazo fuera real. Retractarse del juego de las esposas quedaba ya fuera de lugar. E intentar seguir con el polvo era mucho peor. Sintió el calor que le subía desde el pecho hasta las orejas. La adrenalina le recorría el cuerpo, realmente estaba perdida. Y encima desnuda frente a Álvaro, que en un santiamén se había abotonado el pantalón de nuevo y estaba vestido por completo. Y en una casa que no era la suya...


- Venga, Álvaro, tampoco es para...


- Que te largues, tía.- volvió a ordenar él con rabia poco contenida ya mientras iba lanzando toda su ropa en las manos de ella, que apenas abarcaban todo lo que él le iba arrojando.


Ella montó en cólera entre la humillación y el miedo de verse desnuda en el rellano.


- ¡¡¡Eres un jodido psicópata!!! ¡¡¡Hijo de puta!!!- gritaba histérica mientras intentaba abrocharse el sujetador.


Para los nervios y la impaciencia de Álvaro aquello fue demasiado. No la soportaba y oír sus gritos agudos metiéndose en sus oídos era realmente desquiciante. Así que se colocó detrás de ella y la fue empujando hacia la puerta, mientras ella se revolvía gritándole que la dejara vestirse. Álvaro vio sus bragas que estaban tiradas a un lado de la cama y volvió a recogerlas.


- Bonitas bragas, lástima que sean tuyas - pensó antes de tirárselas.


La situación fue realmente vergonzosa para ella, que notó cómo las bragas elelgidas a conciencia para esa noche acababan en su cabeza. Notó la mano fuerte de Álvaro en uno de sus brazos, sacándola finalmente de la casa.


- ¡¿Serás gilipollas?! - gritó justo antes de que se cerrara la puerta detrás de ella.




A la mañana siguiente, Álvaro se levantó, se hizo un café y encendió el ordenador.


- ¿Qué tal la noche?- le preguntó uno de sus amigos, que no lo habían visto por ninguna parte la noche anterior.


- Para olvidar- escribió Álvaro, recordando inevitablemente el numerito de las esposas y la visión patética de "la willy" saliendo a tropezones de su casa.




Se puso "Ausente" en el ordenador. Necesitaba una ducha.


"La Willy" contó a su amiga la conversación inexistente entre ella y Álvaro, en la que Maya quedaba muy mal parada y Álvaro aún mucho peor. Aún sentía el calor pegado a sus orejas mientras improvisaba.


Álvaro se hizo una paja en la ducha pensando en una mezcla imposible entre "la faquir", "la bollas", "la sirenita", "la silver"... para ahuyentar de una vez para siempre la imagen de "la willy" que ahora sí le repugnaba por completo.


Después de correrse siguió con la ducha, meneando la cabeza mientras sonreía incrédulo de sí mismo y empezando a olvidarla: "No entiendo que acabáramos follando".