8.8.11

Prosigue mi viaje...


Trayectos tranquilos en los que contemplo llanuras sin mácula, donde una suave brisa acaricia mi cara sonriente, a salvo de todo mal.
Prosigue mi viaje.
Pequeñas colinas comienzan a aparecer amenazando una orografía más escarpada. Montañas que atrapan las nubes escondiendo sus afilados picos. La brisa se convierte en un viento frío que trae consigo nubarrones de tormenta. Siempre me gustaron las tormentas. Pero esta vez me ha sorprendido sin abrigo ni protección. No tengo la barrera del cristal de mi ventana para admirar su poder sin mojarme ni pasar frío. Sólo voy en este tren al que un rayo ha destrozado el techo y el ruido de los truenos y el resplandor de los relámpagos me asustan ahora. Intento buscar a los otros pasajeros, pero no veo a nadie en el tren. Ahora recuerdo que me quedé dormida. Soñaba con un loco que se reía de todo y se despedía con la mano sonriendo mientras salía por una puerta, dando un portazo que resultó ser el trueno que me despertó. Mientras dormía, todos los pasajeron abandonaron el tren y ahora la tormenta descarga sobre los largos vagones vacíos y, en medio de uno, yo, mirando los restos humeantes del techo mientras millones de gotas afiladas se precipitan, impidiéndome tener los ojos abiertos más de un segundo. Huérfana de esperanza voy en este tren, sin que nadie se preocupara de despertarme antes del desastre. Un túnel. Acaba de entrar en un túnel. Es oscuro, largo, estrecho. Al menos dentro de él estoy a salvo de la tormenta. El ruido del tren rebotando en las paredes y el techo del túnel es ensordecedor, casi no puedo escuchar mis propios pensamientos. ¿Por qué es tan largo?.
He debido desmayarme. Soñé con un esqueleto que me llamaba, agarré los huesos duros pero frágiles de una de sus manos y caminé con él. Me dijo "Soy el arcano número 13, ¿me reconoces? Sigamos caminando". Y me desperté. El tren sigue en el túnel, es larguísimo, a ratos me desespero y creo que no va a acabar nunca. Ya no pienso en los pasajeros del tren, sólo en mi soledad aquí adentro. Sé que me acostumbraré a esta oscuridad y este silencio y que me acompaña el esqueleto de los débiles huesos. Y sé también que, al igual que el loco de mi primer sueño, el esqueleto también se despedirá de mí justo cuando el tren salga de este túnel. Primero voy a acostumbrar mis ojos y mis oídos a él para poder soportarlo. Luego veré la luz de la salida. Y algo me dice que lo que he soñado toda mi vida sin atreverme a materializarlo me espera inevitablemente ahí afuera, al otro lado. Prosigue mi viaje...