tag:blogger.com,1999:blog-86699188396434036502024-02-02T09:08:27.003+00:00HORMIGAS DE MACONDO"El primero está atado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas", dijo Melquíades el gitano en "Cien Años de Soledad". Cada historia en este blog es una de esas hormigas, el final de otros Buendía que aparecen aquí con otros nombres, otras vidas, porque cada cual tiene su Macondo particular... aunque las hormigas que nos coman sean, al final, las mismas.Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.comBlogger76125tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-11790438155670478872012-12-10T00:17:00.001+00:002012-12-10T01:10:57.541+00:00ÚLTIMOS MOMENTOS CON MI VERDUGO<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdsvskVaGj4r89ISViLH3fL3i6OEqkumvbzP3YnCNJ7Iy8SWg7azgGWGIxAwmkhv_wTSVVo0tYbgbt04U682E6AbcdShL3HKfQzo__gR64fsbKxGrYsgUMcLX5hd_OIq5torMv_znBBZU/s1600/verdugo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdsvskVaGj4r89ISViLH3fL3i6OEqkumvbzP3YnCNJ7Iy8SWg7azgGWGIxAwmkhv_wTSVVo0tYbgbt04U682E6AbcdShL3HKfQzo__gR64fsbKxGrYsgUMcLX5hd_OIq5torMv_znBBZU/s320/verdugo.jpg" width="300" /></a></div>
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Las últimas palabras que me he concedido decir antes de lo que voy a hacer, no las escuchará nadie. Pero me las digo para que mi alma pueda descansar a partir de ese momento en que lo que tengo planeado sea un hecho.<br />
Cuando supe que mi verdugo se llamaba Ángel, no pude evitar una sonrisa amarga y los recuerdos de los golpes, las humillaciones, los escupitajos y orines encima de mí se volvieron claros, no como cuando me tenían encerrada en aquella mazmorra, donde nadie me oía gritar y, de nadie oírme, dejé de hacerlo. Mientras me torturaba, no sabía bien lo que estaba pasando, pero en este momento, sí. Con una claridad que me asusta.<br />
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Mientras pienso estas palabras, mi cabeza reposa sobre un grueso tronco y él sostiene el hacha en alto, cogiendo fuerza y aliento para cortarme la cabeza y enviarme a la otra vida por un pecado que yo no cometí. </div>
Pero antes de que esa hacha me separe la cabeza del cuerpo con un golpe certero, yo seguiré pensando estas palabras que no me darían el valor de hacer lo que haré en unos segundos si no las pienso fríamente.<br />
Este momento en que siento el frío del tronco y los pequeños pegotes secos y podridos de sangre de víctimas anteriores en mi cara es el final de un largo camino de tortura. Ya habían empezado a cicatrizar los latigazos en mi espalda, los martillazos en mis piernas, las quemaduras en mi rostro y los clavos en mis brazos, cuando mi verdugo, aburrido de la tortura, decidió volver y matarme de una vez por todas. Una muerte rápida e indolora, si pienso en el padecimiento anterior.<br />
Todo fue un montaje bien tramado para traerme hasta aquí. Con las manos atadas, de rodillas e inclinada sobre este tronco que será mi último descanso en vida, los pensamientos se suceden claros, ordenados, mi respiración se acelera, él cree que es por miedo y disfruta blandiendo el hacha mientras me mira a través de la máscara negra que le cubre la cara, una cara que nunca llegué a ver.<br />
Cuando te torturan una y otra vez y luego te curan las heridas mientras te dicen que eres amada, que eso no está ocurriendo, que es producto de tu imaginación, el cerebro, en poco tiempo, es incapaz de discernir la realidad y, aun cuando las heridas duelen y siguen sangrando e infectándose, dudas.<br />
Lo oigo respirar más profundamente, sopesando el peso del hacha y calculando por dónde me cortará la cabeza y mi tiempo se acaba.<br />
Es el momento de ordenar las ideas. El dolor de desencajarme una mano para liberarla no me supondrá mucho después de un año y medio meando sobre mis meados y cagando sobre mis cagadas en una mazmorra, siendo torturada casi a diario.<br />
Lo miro, me mira, sonríe con la satisfacción adelantada de asesinarme y en ese momento, muevo mi muñeca, torciéndola hasta notar cómo los huesos se descolocan, se me salen de la carne y, en medio de un aullido de dolor que lo deja estupefacto, me pongo en pie, con la mano sana le arrebato el hacha y doy una vuelta sobre mí misma para coger impulso... él intenta parar el hachazo con sus propias manos, pobre de él, y se queda sin una de ellas. Con mi segunda vuelta, mientras grita de dolor, le corto a la altura de una rodilla y cae. Los chorros de sangre me ciegan, pero doy una vuelta más y le abro el estómago, mientras observo sus tripas indecisas entre salirse o quedarse dentro de él, gelatinosas, rojas y blanquecinas. Aún vive. Me mira sin entender qué es lo que ha pasado. Y yo, bañada en su sangre, le digo antes de escupirle en la cara "Tú me hiciste fuerte a base de torturas. Tú me has enseñado a matarte". Balbuceó acostado de lado, con espasmos, mientras la poca sangre que le quedaba en el cuerpo se le escapaba ya en pequeños hilillos y antes de que dejara de respirar, me fui. Debía ser una imagen espantosa verme caminar cojeando, cubierta de sangre y llena de cicatrices, pero caminé con la cabeza lo más alta que pude y me alejé dejando atrás a mi torturador y verdugo dando los últimos estertores antes de la muerte.<br />
Sólo quiero volver a vivir sin que me martiricen y torturen a diario sólo por diversión.<br />
Sólo quiero volver a no tener miedo cuando oigo pasos delante de mi puerta.<br />
Sólo quiero volver a ser quien era antes de esta locura, aunque las cicatrices me lo recuerden toda la vida.<br />
Por eso yo maté a mi verdugo. Yo tuve que matar a mi verdugo... y me dolió más que todo lo sufrido en aquella mazmorra durante un año y medio.Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-14927886179658920542012-09-11T05:38:00.001+01:002012-09-11T05:38:28.727+01:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzS53CjXGn8dJs-lenQudmoS065PJCb5ZPLhDD4Ze7YZ7I6Hl5oVBPh7x9M5N76SClv_4fnZ90TjPxbhXdW-RVDCv6gC4dSenDdRkdIWvlkfeSBukp0naDEBVG9smxWRoQqx99P_Qjxrw/s1600/IMG_1016.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="136" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzS53CjXGn8dJs-lenQudmoS065PJCb5ZPLhDD4Ze7YZ7I6Hl5oVBPh7x9M5N76SClv_4fnZ90TjPxbhXdW-RVDCv6gC4dSenDdRkdIWvlkfeSBukp0naDEBVG9smxWRoQqx99P_Qjxrw/s640/IMG_1016.JPG" width="640" /></a></div>
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A los cuarenta no eres ni joven ni viejo. A los cuarenta estás en una especie de limbo donde te relames aún con el sabor de la juventud que no acaba de irse y no sabes si es un espejismo, como quien siente una pierna durante un tiempo después de amputada o si es real, que nada ha cambiado, que "cuarenta", en realidad, no significa nada, que es sólo el número que va detrás del treintainueve y el resto son cuentos de vieja. Hace unas pocas semanas que crucé la barrera de la treintena y he abierto la puerta a algo que llevo temiendo toda la vida atemorizada por palabras como "cuarentona", "solterona", "pureta"... y no sé si es que soy un bebé en esto de la cuarentena o que sigo en ese estado de no haberlo asimilado pero... pero sigo siendo yo. Ninguno de mis miedos se ha hecho realidad: sigo aferrada a la soltería como modo de vida, negada a la maternidad y, ni por un solo momento, he dudado de esas decisiones que tomé cuando tenía "toda una vida por delante" para cambiar de idea. "Que luego no hay vuelta atrás", "Que se te pasa el arroz", "Que en la vejez vas a estar muy sola"... son frases que me espantan por lo amenazantes por un lado y lo egoístas por el otro. Cierto que echas la vista atrás y ves un desfile de caras y nombres tan largo que parece que no has vivido cuarenta años, sino cien. Nombres y apellidos que en un momento lo significaron todo y que ahora son sólo recuerdos lejanos con caras incompletas y voces olvidadas, y piensas que algunas de esas personas debió quedarse en tu vida, o que alguno de esos hombres era "el bueno" y no lo supiste ver. Pero aquí estoy, más viva que nunca, con el corazón roto una vez más, con la mochila cargada de decepciones recientes pero más viva que nunca. Supongo que en lo que yo imagino como vejez no existen esas emociones; que uno llora por los amigos que se mueren, no por los que se van de tu vida por voluntad propia; que se está curado de espanto y todo llueve sin llegar a calar; que el amor es diferente, calmado y no es esta pasión que hace que el cuerpo duela; que uno mira más atrás que adelante... Mirado todo esto puedo decir que los cuarenta sí significan algo; algo muy distinto de lo que yo pensaba y de lo que me habían contado: los cuarenta te hacen sonreír al mirarte al espejo porque sigues siendo la misma persona, pero ahora le guiñas el ojo a la vida con la complicidad del que ha descubierto el truco y no se lo va a contar a nadie. </div>
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La tercera crisis lo llaman, cuando descubres quién eres y quién quisiste ser siempre. Inspirado por Beatriz de Vega Santiago y su blog "El Vicio de Contar".</div>
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<br />Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-55482210828712260832011-12-14T15:34:00.004+00:002011-12-14T16:03:22.796+00:00Rubio<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0TVa9sT2L8C4r8TvBh5I6L58U78Wfc4OzJZ_B41XUNrpwYwPzS2LbGfV0rhH3ydb6j6eygaE1VBeC3otF72DWAvHKUwROHNQtWeq1J5l4YFJKXAzFwV0zLaR5_A-gSwuYtF7mXwzIRWk/s1600/cama+vacia.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 284px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0TVa9sT2L8C4r8TvBh5I6L58U78Wfc4OzJZ_B41XUNrpwYwPzS2LbGfV0rhH3ydb6j6eygaE1VBeC3otF72DWAvHKUwROHNQtWeq1J5l4YFJKXAzFwV0zLaR5_A-gSwuYtF7mXwzIRWk/s320/cama+vacia.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5686013825648084482" /></a><br />Ay, dolor, que vuelves a inspirarme. Ay, amigo que traes con tu miseria lo mejor que guardan las palabras olvidadas cuando la felicidad las calla.<div>Ay, este momento en que entre lágrimas todavía consigo ver cada peca de su espalda.</div><div>Este momento en que no necesito cerrar los ojos para vivir nítidamente, casi real, la sensación de su pelo rubio entre mis dedos mientras él dormía o simplemente sonreía en silencio apoyando su cabeza en mis piernas. Cuando la prisa era sólo una idea casi olvidada. Cuando lo mejor estaba por llegar y me relamía con el sabor de un beso reciente.</div><div>Ay, ahora, que cada momento de felicidad es una puñalada que me asesta el recuerdo.</div><div>Ahora que mis sábanas huelen a detergente de dolor por no oler más a ti.</div><div>Hoy, todavía demasiado reciente, esos recuerdos no dejan lugar a la razón. Sólo quiero que estés aquí, quiero oír tus pasos por el pasillo, quiero tus colillas en mi cenicero, quiero tu camiseta tirada en el suelo del cuarto, quiero en mi frente esa respiración suave de cuando duermes y quiero que me vuelvas a agarrar la cara entre las manos mientras me prometes que no vas a marcharte. </div><div>Quiero que vuelvas a mentirme así.</div><div>Quiero sentir el vacío de cuando te marchabas y quiero la esperanza casi cierta de que volverías.</div><div>Quiero incluso la decepción de no tenerte y la sorpresa de recuperarte.</div><div>Quiero que el timbre seco de mi puerta sea el sonido de la felicidad.</div><div>Quiero ese círculo interminable de tenerte y no tenerte. De no tenerte y tenerte.</div><div><br /></div><div><br /></div><div>Quiero no estar así: queriendo y queriéndote sin querer. Porque no quiero quererlo y, sin querer, lo quiero. Y sin querer, te quiero.</div><div><br /></div><div><br /></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-85973154228023251582011-09-30T14:23:00.001+01:002011-10-04T17:52:51.434+01:00Creí que lo sabías...<div style="TEXT-ALIGN: center; CLEAR: both" class="separator"><br /></div><br /><div style="TEXT-ALIGN: center; CLEAR: both" class="separator"><br /></div><br /><div style="TEXT-ALIGN: center; CLEAR: both" class="separator"><a style="MARGIN-LEFT: 1em; MARGIN-RIGHT: 1em" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Qshz87ECtZSWrJqpOsQEK8qzL2Cvxi2vbvLPaycDg51PrqvoyZG5_BiDzVoIItgl0CJ-lsJ2kT58XuCOHAXh0iUFap1ZAQc4DIoHweeNVxBTFEo8Ur6BC6io0oIfSBmt2LOQyg4w-AA/s1600/amigas1.jpg" imageanchor="1"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Qshz87ECtZSWrJqpOsQEK8qzL2Cvxi2vbvLPaycDg51PrqvoyZG5_BiDzVoIItgl0CJ-lsJ2kT58XuCOHAXh0iUFap1ZAQc4DIoHweeNVxBTFEo8Ur6BC6io0oIfSBmt2LOQyg4w-AA/s1600/amigas1.jpg" /></a></div><br /><br />La historia de mi vida sin tu cara es un puzzle incompleto.<br />Fuiste la más luminosa y pura de las inspiraciones.<br />Me enseñaste que uno puede vivir la vida que quiere aunque el mundo no esté de acuerdo.<br />Que quizás uno no sea el modelo a seguir por nadie, pero sí el reflejo que todos querrían ver cuando se miran al espejo.<br />Creí que lo sabías.<br /><br />Hoy, el insecto de la maldad ha entrado en tu oído, llegando a tu cerebro hasta corromperlo.<br />Tu pureza se ha convertido en podredumbre.<br />Tu fuerza, en debilidad.<br />Tu lealtad, en traición.<br />Tu amor, en odio.<br />Tu tolerancia, en rencor.<br />Tu libertad, en esclavitud.<br />Tu valentía, en dependencia.<br />Tu soledad, en carnaval.<br />Tu elegancia, en vulgaridad.<br />Tú, en algo que abominabas.<br /><br />Mi confianza se convirtió en arrepentimiento.<br />Mi fe, en decepción.<br />Mi admiración, en lástima.<br />Mi amor, en miedo.<br />Mi recuerdo, en tristeza.<br />Yo, en algo que abominas.<br /><br />Tu alma cayó en la cuna de la adulación, la murmuración y el auxilio externo, cansada de luchar sola.<br />Sí, pensaré eso, que el cansancio te pudo y que lo que eres ahora es sólo la forma de no volver a una vida que decías amar pero que en realidad odiabas. No importa, vieja amiga. Yo me lo creí y sigo el camino que, aunque fuera equivocadamente, aprendí de ti.<br />Es este momento, en el que puedo escribir sobre ti, el de la despedida.<br />Ya eres otra hormiga de Macondo.<br />Suerte en tu viaje.Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-63290865841008744462011-08-08T00:35:00.004+01:002011-08-08T19:23:57.333+01:00Prosigue mi viaje...<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZTuG2J2tX9JuFe0B8-hF1ruoJuBArC4GbMIIQXzRhT4pSscIYJPT9ke8G6tRILh3PYw4HvapZQqzLD78e9yl92fkU4BDKozbTzGY19_y9MUgrzvdgLZ3F_ksM9VEnqt6KFOaow3GqQ48/s1600/xiii.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 180px; height: 313px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZTuG2J2tX9JuFe0B8-hF1ruoJuBArC4GbMIIQXzRhT4pSscIYJPT9ke8G6tRILh3PYw4HvapZQqzLD78e9yl92fkU4BDKozbTzGY19_y9MUgrzvdgLZ3F_ksM9VEnqt6KFOaow3GqQ48/s320/xiii.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5638262049097373506" /></a>
<br />Trayectos tranquilos en los que contemplo llanuras sin mácula, donde una suave brisa acaricia mi cara sonriente, a salvo de todo mal.
<br />Prosigue mi viaje.
<br />Pequeñas colinas comienzan a aparecer amenazando una orografía más escarpada. Montañas que atrapan las nubes escondiendo sus afilados picos. La brisa se convierte en un viento frío que trae consigo nubarrones de tormenta. Siempre me gustaron las tormentas. Pero esta vez me ha sorprendido sin abrigo ni protección. No tengo la barrera del cristal de mi ventana para admirar su poder sin mojarme ni pasar frío. Sólo voy en este tren al que un rayo ha destrozado el techo y el ruido de los truenos y el resplandor de los relámpagos me asustan ahora. Intento buscar a los otros pasajeros, pero no veo a nadie en el tren. Ahora recuerdo que me quedé dormida. Soñaba con un loco que se reía de todo y se despedía con la mano sonriendo mientras salía por una puerta, dando un portazo que resultó ser el trueno que me despertó. Mientras dormía, todos los pasajeron abandonaron el tren y ahora la tormenta descarga sobre los largos vagones vacíos y, en medio de uno, yo, mirando los restos humeantes del techo mientras millones de gotas afiladas se precipitan, impidiéndome tener los ojos abiertos más de un segundo. Huérfana de esperanza voy en este tren, sin que nadie se preocupara de despertarme antes del desastre. Un túnel. Acaba de entrar en un túnel. Es oscuro, largo, estrecho. Al menos dentro de él estoy a salvo de la tormenta. El ruido del tren rebotando en las paredes y el techo del túnel es ensordecedor, casi no puedo escuchar mis propios pensamientos. ¿Por qué es tan largo?.
<br />He debido desmayarme. Soñé con un esqueleto que me llamaba, agarré los huesos duros pero frágiles de una de sus manos y caminé con él. Me dijo "Soy el arcano número 13, ¿me reconoces? Sigamos caminando". Y me desperté. El tren sigue en el túnel, es larguísimo, a ratos me desespero y creo que no va a acabar nunca. Ya no pienso en los pasajeros del tren, sólo en mi soledad aquí adentro. Sé que me acostumbraré a esta oscuridad y este silencio y que me acompaña el esqueleto de los débiles huesos. Y sé también que, al igual que el loco de mi primer sueño, el esqueleto también se despedirá de mí justo cuando el tren salga de este túnel. Primero voy a acostumbrar mis ojos y mis oídos a él para poder soportarlo. Luego veré la luz de la salida. Y algo me dice que lo que he soñado toda mi vida sin atreverme a materializarlo me espera inevitablemente ahí afuera, al otro lado. Prosigue mi viaje...Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-50899525985578197502011-05-07T18:10:00.002+01:002011-05-07T18:14:10.101+01:00Desde el Limbo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMRqhF7s3YerB9VpaoZIbGR6PduiX_8bZyAGmkRe9WKfwMcr1_nA82Nz_4OtnBfdIokWqxMMh0ucF1DwGQZNd3njM7I3Ne7cDXUcvU41UYpr2SeYze3q6dU6EwLB3aX-yGhoLgDKw8OKU/s1600/mariposas_estomago.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 251px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMRqhF7s3YerB9VpaoZIbGR6PduiX_8bZyAGmkRe9WKfwMcr1_nA82Nz_4OtnBfdIokWqxMMh0ucF1DwGQZNd3njM7I3Ne7cDXUcvU41UYpr2SeYze3q6dU6EwLB3aX-yGhoLgDKw8OKU/s320/mariposas_estomago.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5604023557825891970" /></a><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; line-height: 16px; "><span class="Apple-style-span" ><p style="font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; text-align: left; margin-top: 0px; margin-right: 0px; margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; line-height: 1.5em; ">Ya es toda una vida, pequeño... Es una juventud y un verle las orejas al lobo de la madurez sin encontrar la manera de parar el corazón que se acelera cuando pasas delante de mi puerta. El recuerdo del solitario segundo en que miras indiferente y me saludas con la mano se alarga hasta llenar un día entero. Y la costumbre de toda una vida cambia en mi mente esa indiferencia por timidez porque, si por un segundo dejara de soñar, dejaría también de soñarte. Prefiero pensar que tú también llevas toda tu vida criando mariposas en el estómago por mí y que por alguna razón que se te escapa no te has acercado a decirme que "Ya es toda una vida, pequeña..."</p><p style="font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; text-align: left; margin-top: 0px; margin-right: 0px; margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; line-height: 1.5em; ">No quiero confesarlo, quiero que tú sigas siendo ese secreto que me da la vida un segundo al día, siete segundos a la semana, treinta segundos al mes. Ése es el poder que yo te he dado y que no quiero quitarte porque es una eternidad acostumbrándome a soñar contigo hasta hacerte mío sin permiso.</p><p style="font-family: 'lucida grande', tahoma, verdana, arial, sans-serif; text-align: left; margin-top: 0px; margin-right: 0px; margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; line-height: 1.5em; ">No quiero vivir a tu lado una vida anodina, mediocre, gris. No quiero conocer tu naturaleza, tu día a día. No quiero verte enfadado, ni dormido, ni sucio, ni cansado, ni hambriento, ni necesitado. Tampoco quiero saber el color de tu cepillo de dientes, de las puertas de tus armarios ni cuántas sillas rodean la mesa de tu cocina. Quiero vivir sin saber cada cuánto cambias tus sábanas y las toallas de tu baño y lo llena que está tu despensa. Para eso ya está el mundo. Ese mundo al que no quiero bajar porque me decepciona, me desilusiona y me asfixia. Prefiero este limbo que ocupa ya la mayor parte de mi vida en que nos acompañamos sin que tú lo sepas, sin tener que oler el humo de los coches o los perfumes de los que pasan a nuestro lado. Me gustan la voz que te he puesto, los pensamientos que he creado para tu mente, los sentimientos que he inventado para tu corazón. No quiero hablarle a nadie de ti porque dejarías de ser lo que yo quiero que seas. No quiero que opiniones que no me importan emponzoñen la perfección con que te adorno desde que soy capaz de sentir. Sólo cuando encuentre a alguien que me aplauda por no tener los pies en la tierra, revelaré que existes. Hasta entonces, mantente joven, sano, rutinario y puntual. Por mi parte, prometo cada día estar atenta para verte pasar fugazmente por delante de mi puerta. </p></span></span>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-83103619966253876402011-04-09T02:15:00.009+01:002011-08-08T12:40:44.858+01:00Otro desayuno<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjg_6ow_11Z3_8ZuW7QLVj1ixQZQYbEnkX-8K-sslg02J9IbTgShqUjm3v6-xYODr7eg03iTBbSQ5QLkv6-8eFoF_RjWHARIAybY8UbzOJbqSOk4_6qgchyEsYeSaOagN7JmtJnz0j4ntY/s1600/mujer-triste-con-un-plato.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 270px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjg_6ow_11Z3_8ZuW7QLVj1ixQZQYbEnkX-8K-sslg02J9IbTgShqUjm3v6-xYODr7eg03iTBbSQ5QLkv6-8eFoF_RjWHARIAybY8UbzOJbqSOk4_6qgchyEsYeSaOagN7JmtJnz0j4ntY/s320/mujer-triste-con-un-plato.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5599597471417049938" /></a> Cuando sonó el despertador, él ya estaba despierto. Sonó unos segundos más hasta que lo sacó de su abstracción. Lo apagó y volvió a tumbarse en la cama para seguir dando vueltas a la idea que le rondaba la cabeza desde que ella había salido de la cama para preparar el desayuno que llevaban compartiendo desde hacía veintiún años. Cada mañana era lo mismo, el olor a café, a pan tostado y ella en silencio rodeada del tintineo de las cucharillas y las tazas mientras las colocaba en la mesa.<div> Esa mañana no sabía por qué había recordado con mucha intensidad el día que la conoció. Recordó hasta el ruido de las olas rompiendo cerca de la avenida y el olor del combustible de los barcos atracados en los pantalanes. Ella estaba asomada a la barandilla, mirando el mar, intentando inútilmente gobernar su pelo movido por el viento. Recordaba su perfil esa mañana como si hubiese retrocedido veintidós años en un instante. La vio con la camisa larga, roja, pegándosele y despegándosele del cuerpo al antojo del viento, revelando intermitentemente su cuerpo proporcionado y firme debajo de la tela. </div><div> Él había tenido varias aventuras con mujeres en esos años en que la initimidad había dejado de existir, mientras la vida pasaba aburrida, pero tranquila, en una monotonía a veces insoportable, pero siempre vencida a fuerza de conformismo, de pereza y de miedo.</div><div>Esa mañana todo cambiaría. Le preguntaría directamente a ella lo que no le había preguntado jamás por temor a las consecuencias de una respuesta que él intuía.</div><div> Se levantó y se dirigió descalzo a la cocina. Con el recuerdo todavía fresco de aquel día en que la había visto asomada en la avenida, su aspecto le pareció más triste que de costumbre. Su pelo lacio atado sin gracia en una coleta detrás del cuello ya asomaba algunas canas aquí y allá, descaradas y tristes. Su cuerpo se había ensanchado y su pecho parecía tan decaído como ella misma. Se dio cuenta de que unas arrugas alrededor de los ojos se le habían pronunciado en poco tiempo. Se sentó, sirviéndose el café.</div><div> - Cariño... - dijo él.</div><div> - Dime - contestó ella de espaldas, sin mirarlo mientras untaba de pie la mantequilla en las tostadas.</div><div> - ¿Eres feliz?</div><div>Ella se quedó quieta, congelada por un segundo, sorprendida, sin duda por aquella pregunta. Se volvió a mirarlo. Vio cómo apenas había cambiado desde el día que lo conoció, a excepción de unas atractivas canas en las sienes. Su cuerpo era el mismo, joven, firme, aunque no lo disfrutaba desde hacía ya mucho tiempo. Sin duda, él había sabido aprovechar los años mejor que ella, huyendo de la tristeza y la responsabilidad de cualquier manera que no fuera delante de la televisión o cuidando la casa y a su hijo. Lo miró, dudando antes de responder. Movió ligeramente la cabeza a un lado y al otro casi imperceptiblemente y dijo con un hilo de voz:</div><div>- No. No soy feliz.</div><div>Tal vez en el fondo él no esperaba esa respuesta y el valor se esfumó como el humo que salía de la taza de café. No supo qué responder a la mirada de ella, que no se había movido, esperando que él asumiera la responsabilidad de la pregunta. </div><div> - ¿Me pones otra tostada? - dijo él, quitándole la mirada y cogiendo el azucarero para poner torpemente el azúcar dentro de la taza.</div><div>Ella se quedó unos segundos esperando a que la volviera a mirar. No podía hacerle aquella pregunta y desentenderse. No podía hacerla desvelar aquella verdad que le pesaba como una losa encima de los hombros desde hacía tantos años y ahora no decir o hacer nada... Tartamudeando nerviosa le dijo:</div><div> - Sí, claro...</div><div>Se sentó y desayunaron en silencio, como siempre. Él se despidió diciéndole que llegaría tarde del trabajo y ella le preguntó si había algo urgente para la colada.</div><div>Durante el rato que ella se quedó sentada sola en la cocina vacía antes de levantarse para hacerse cargo de la casa, lo único que recordó aquella conversación momentáneamente esperanzadora fue la lágrima que había quedado cerca de la tostadora donde le había hecho la última rodaja de pan de aquel desayuno. De otro desayuno.</div><div><div>
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Un año de un silencio sepulcral de la inspiración. Un año de boicot a todo lo que escribir significaba para mí.<div>A veces los exorcismos deben hacerse cuando ya conoces al demonio que llevas dentro y no cuando no sabes contra lo que luchas. Y, sin darme cuenta, he esperado el momento idóneo para volver después de una batalla encarnizada contra el mismo Lucifer.</div><div>Ahora he vuelto. No sé si renovada, si mejorada o desmejorada, pero he vuelto. Con pequeños y grandes diablos que deben salir de mí por la vía que mejor sé usar, que es el papel o, en este caso, el teclado de un ordenador que me sirva de ventana para lanzar mis pensamientos a un mundo donde puede no haber nadie pero que sé que recoge y esconde en alguna parte lo que no quiero tener indómito por dentro.</div><div> Muchas historias pasan ahora por mi mente, arremolinadas y desordenadas, esperando a que les dé el orden que las debilitará para convertirlas en recuerdos incapaces de dañar.</div><div>Vuelven a casa las palabras, la inspiración, las ganas, el tiempo. Y no como la historia bíblica donde huían por deseo propio, no. Ellos vuelven a una casa de donde fueron expulsados. Así que no sé si debo llamarlos los hijos pródigos o si la hija pródiga soy yo, que cerré mis puertas para abrirlas al error, la tristeza, el abandono y ahora encuentro que ellos me esperaban donde los dejé antes de este tiempo perdido de mi vida pero, estoy segura, prolífico en relatos.</div><div>Sea como sea, he vuelto. Gracias por esperar, palabras.</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-12117041042950023582010-03-03T02:09:00.004+00:002010-03-03T02:52:24.817+00:00Aunque él no lo sepa<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJIextYLCPizaGwiVTwE_BuWP-AxqHTvPFzVaomPtbjNM7UUBUM90ViTQMVqT4Q6DdxylGhtFhMsZducBOXVka2ZDehj3iyCq0o9KO3jf98LEUG2lHSoYtmwJF9nWjbzubddZtrhWKDng/s1600-h/vangogh1%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 251px; DISPLAY: block; HEIGHT: 320px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444233767242069426" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJIextYLCPizaGwiVTwE_BuWP-AxqHTvPFzVaomPtbjNM7UUBUM90ViTQMVqT4Q6DdxylGhtFhMsZducBOXVka2ZDehj3iyCq0o9KO3jf98LEUG2lHSoYtmwJF9nWjbzubddZtrhWKDng/s320/vangogh1%5B1%5D.jpg" /></a><br /><div>Desde la parada de guaguas de la Shell de Tomás Morales vi venir la línea 25, que llevaba un buen rato esperando. A esa hora esperar esa línea es un suplicio y la pequeñísima marquesina de la gasolinera se va llenando de gente impaciente y taciturna que mira al suelo o a los taxis que pasan, probablemente deseando poder permitirse el lujo de coger uno.</div><div>Al subir, milagrosamente, encontré un asiento libre y me senté, acomodando el maletín con el ordenador, una mochila con mi ropa y el gordísimo libro en que estaba enfrascada en esos días. Tanta prisa llevaba, que ni siquiera me puse los auriculares, como suelo hacer, para abstraerme de los golpes de tos, las conversaciones en voz más o menos baja, los bocinazos de los impacientes conductores que intentan cambiar de carril o el zumbido de alguna ambulancia. Sólo quería llegar a la hora convenida a Las Arenas, donde me esperaban.</div><div>Me senté de espaldas al conductor, así que a cada rato volvía el cuello para mirar por qué había parado la guagua y también por pura impaciencia, como si mirar hacia adelante me hiciera menos largo el trayecto. Manías inexplicables.</div><br /><div>Aquel hombre subió en la parada de la piscina Julio Navarro, aunque no lo vi en el momento de subir; encontré su triste figura sentado enfrente de mí de repente. Debía tener casi los setenta o eso aparentaba. Vestía una camisa de botones celeste, un pantalón azul oscuro y unos zapatos negros limpios. Llevaba el pelo blanco bien peinado hacia atrás. Pero tenía la expresión más triste que he visto nunca. Sus ojos azules estaban apagados, las arrugas alrededor de ellos los hacían caer aún más que aquella tristeza. La postura de su espalda lo hacía parecer un poco jorobado, tal era la pesadumbre que parecía cargar sobre los hombros. Y vi un pañuelo negro asomando por el cuello de su camisa, tapando inequívocamente una traqueotomía.</div><div>Pestañeaba despacio, mirando ahora por la ventana, ahora al suelo y un suspiro se le escapaba a ratos.</div><div>Llevaba los brazos caídos sobre las piernas y al final de ellos, las manos limpias con los dedos de una cruzados con los de la otra, como en una postura abandonada de oración.</div><br /><div>Me produjo mucha tristeza... mucha. No lo había visto nunca, pero sentí un enorme y profundo cariño por aquel hombre al borde de la vejez que parecía tan solo. </div><br /><div>Como tantas otras veces, imaginé cómo podía ser su vida, lo imaginaba joven, fumándose un pitillo, imaginaba el duro golpe de aquella traqueotomía que lo hacía taparse el cuello en una noche de tanto calor y me imaginaba cómo pudo haber sido su joven sonrisa, aunque aquella expresión me hacía difícil pensar que aquel hombre hubiese sonreído alguna vez.</div><br /><div>Lo quise, sin darme cuenta. Pensé para mis adentros que ojalá estuviese equivocada en todas mis conjeturas y deseé con mucha fuerza que fuese feliz a partir de ese momento. Que nada malo le ocurriera porque, detrás de aquella inmensa tristeza, también había bondad. Tenía la cara de quien no merece que nada malo le ocurra jamás.</div><div>No me miró una sola vez. A decir verdad, no miró a nadie en el trayecto en que estuvo en la guagua. Se bajó en la parada de Mesa y López y no me pareció que supiera muy bien a dónde iba, porque desde el último escalón miró a un lado y luego al otro y luego bajó despacio, agarrado de la barandilla para ayudarse. Por la ventana lo vi alejarse sin niguna prisa, con la espalda ligeramente hundida hacia el callejón que lleva a Juan Manuel Durán con los brazos caídos a lo largo del cuerpo y casi arrastrando los zapatos limpios.</div><br /><div>Nunca podrá imaginar que la mujer que estaba sentada enfrente suyo en la guagua aquel día, acabaría por escribirle unas líneas a modo de recuerdo y buenos deseos. Ni tampoco sabrá que alguien que no lo conoce y a quien no conoce, sin saber por qué, lo quiere de alguna manera.</div><br /><div>No es una historia de amor al uso. No es ni siquiera un cuento con final feliz. Probablemente no se va a producir jamás un reencuentro entre los protagonistas. Nunca lo he vuelto a ver, ni lo había visto antes.</div><div>Pero... su mera y triste presencia despertó en mí la compasión y el cariño hacia alguien que no conocía. Me hizo desearle toda la suerte que pudiera abarcar su espíritu. Y, desde ese momento, no lo he olvidado. Incluso se cuela en mis oraciones y veo sus ojos azules mirando al suelo sin querer.</div><br /><div>Y, siendo así... ¿Quién puede decirme que esto no es también una historia de amor?</div><br /><div></div><br /><div>(Ilustración: V. Van Gogh)</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-57848731532071488032010-01-19T02:13:00.010+00:002010-01-23T20:52:26.902+00:00Estaciones<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG1wvQLJEtJxXIHpOpy2-S49DPk4JtIDoynOvHfd53dMXDbczIm-59xrmmycfcJycpP-VX__oYIMk-l4DHTDcDiLkk0pFcjXRVor71ipv3Xvx-IDBgJbhypx9zqjSHclbOPz57HGdzNEc/s1600-h/viaTren%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 271px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5428280347595091954" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG1wvQLJEtJxXIHpOpy2-S49DPk4JtIDoynOvHfd53dMXDbczIm-59xrmmycfcJycpP-VX__oYIMk-l4DHTDcDiLkk0pFcjXRVor71ipv3Xvx-IDBgJbhypx9zqjSHclbOPz57HGdzNEc/s320/viaTren%5B1%5D.jpg" /></a><br /><div>Una vez me hablaron de una alegoría muy bonita sobre las personas que pasan por tu vida; en ella éstas eran como un viaje a través de distintas estaciones de tren. Y qué imagen más bella que la de una estación de trenes, llena de despedidas y encuentros. No como en los fríos aeropuertos donde un malhumorado policía te dice hasta dónde puedes acompañar a la persona de la que te despides o que te despide a ti y te hace quitar los zapatos, registra tu equipaje y te palpa desde los brazos hasta los tobillos por si llevas algún arma mortal o algún explosivo... No. En las estaciones puedes llegar hasta el mismo punto donde el adiós es inevitable. Puedes incluso correr hasta el final del andén agitando los brazos mientras el tren se hace pequeño a lo lejos. </div><br /><div>Y la vida es, sin duda, como ese traqueteo constante, donde el suave balanceo sobre los raíles puede dejarte dormido, o puede hacerte pensar cosas que sólo piensas cuando viajas en él. </div><br /><div>Pero lo más bonito de esos viajes es, sin duda, el pasajero que se sienta casualmente a tu lado y mejora el recuerdo de ese viaje sólo por haber compartido contigo ese rato que dura el trayecto que el destino quiso que hicieran juntos.</div><br /><div>En mi viaje, hace unas cuantas paradas, subió Néstor. Al principio sólo se sentó a mi lado por pura casualidad, incluso me pareció un viajero incómodo, de ésos con los que cruzas miradas y esbozas una sonrisa que acaba antes casi de empezar porque él ya te había quitado la vista. Pero el viaje era largo y finalmente se acostumbró a verme sentada a su lado. Y yo a verlo sentado a él, aunque a veces tuviera una conversación incesante y otras se quedase callado durante horas. </div><div>Néstor se convirtió en mi acompañante en uno de los trayectos más bonitos y a la vez inciertos de mi vida. En las primeras estaciones el sonido de nuestras voces molestaba incluso a otros pasajeros, porque hablábamos hasta la madrugada y reiniciábamos la conversación desde que despertábamos. Nos contábamos muchas cosas, nos reíamos de otras, hasta llorábamos por esto o por lo otro para volver a iniciar otra conversación cualquiera en cualquier momento.</div><br /><div>En algunas paradas subieron amigos suyos que se sentaron a nuestro lado; bueno, al suyo, acostumbrándose a la nueva compañía de la misma manera que se había acostumbrado él.</div><div>Y el viaje parecía largo, pero las estaciones se sucedían una detrás de otra, aun cuando yo quitase la vista al pasar por ellas para no acordarme de lo que eso significaba.</div><br /><div></div><div>Escribo esto aún subida al tren, en pleno viaje, en mitad de la noche sin saber siquiera por dónde viajamos a estas horas. Y ahí sigue de vez en cuando, apoyando su cabeza en mi hombro para descansar cuando se queda dormido. Y otras veces, las menos, incluso habla del viaje como si nunca fuese a terminar, mientras yo veo pasar las estaciones una detrás de otra, deseando que lo que me dice sea cierto. Tanto me acostumbré a despertar y verlo ahí, que ni recordaba hacia dónde me dirigía. Pero ahora no se me olvida que cuando se sentó a mi lado fue porque él iba a alguna parte y yo me dirigía a algún otro lugar. Y no sé si es porque el silbato del tren, que había dejado de escucharlo, vuelve a sonar incesante estación tras estación, pero lo cierto es que en cada una de ellas vuelvo la cabeza hacia su asiento y lo veo mirar el reloj, impaciente, o a veces incluso se cambia de sitio para emprender conversaciones con otros pasajeros... Y presiento que su parada está cercana. </div><br /><div>Dicen los que me conocen que en el fondo tengo miedo de alejarme demasiado de mi sitio, que todo eso que me digo en silencio en el tren es sólo producto de mi miedo y que tal vez nuestra parada, la de Néstor y la mía, sea la misma. Que el viaje, lejos de acabar, está empezando. Pero él ya no habla por las noches; se duerme o pasea por los vagones buscando algo con la mirada. Y cuando amanece, lo veo asomado a la ventana, ladeando la cabeza hacia los dos lados, con el viento haciéndolo parpadear, como ansioso por vislumbrar algo que no sé qué es. </div><div>Y aunque siga apoyando la cabeza en mi hombro para descansar, ya no sé lo que sueña.</div><div></div><div>Así que, a esta hora en la que escribo esta triste corazonada, miro a cada rato hacia el pasillo a ver si lo veo venir bostezando hacia su sitio, que es justo al lado mío, pero no veo a nadie...</div><div>Y pienso que a lo mejor es el momento de mirar mi billete para recordar el nombre de la estación donde yo debo bajarme, no se me vaya a pasar... </div><br /><div></div><br /><div>(Me lleve a donde me lleve este tren y te lleve donde te lleve a ti, te recordaré siempre como el mejor compañero de viaje que he tenido nunca).</div><br /><div>A Néstor.</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-38944786813566120562009-06-30T02:32:00.003+01:002009-06-30T03:08:46.985+01:00El Sol Prisionero (Atardecer en Las Palmas)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-I1OoPPy5-jPiyJPvVYxu2Uo3eTS0v2iBBz3TplJM5qVrSCyi7QZv6476eWAgSLj5iFy6eNU0cDVS4y3PxUQ5UtPuAMb14dKtQIQQxd2AeUnodXAd_BwOaj3oDirdPTnx1dO1HgK3dDQ/s1600-h/untitled.bmp"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 191px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5352933336315268626" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-I1OoPPy5-jPiyJPvVYxu2Uo3eTS0v2iBBz3TplJM5qVrSCyi7QZv6476eWAgSLj5iFy6eNU0cDVS4y3PxUQ5UtPuAMb14dKtQIQQxd2AeUnodXAd_BwOaj3oDirdPTnx1dO1HgK3dDQ/s320/untitled.bmp" /></a><br /><div>Cuando el Sol sale en Las Palmas, el mar se tiñe de amarillo. Es un Sol radiante, libre. </div><div>Tímido al principio, va recobrando confianza a medida que pasan los minutos.</div><div>Si uno mira al horizonte, parece que puede ver incluso la redondez del planeta. </div><div>Es el único momento del día en que la ciudad de Las Palmas parece no tener miedo a nada.</div><div>El único rato en que la ciudad se deja atrapar por algo que no sea ella misma.</div><div></div><div>A mediodía, mientras cae a plomo sobre la urbe, los edificios plagados de cristales relucen por todas partes, acentuando la sensación de sofoco que nos va aplatanando lentamente hasta convertirnos en sudorosos zombis deseosos de que vuelva la noche a librarnos del eterno calor. Las Palmas, a medida que pasan las horas, arde en fiebre.</div><br /><div></div><div>Cuando llega el atardecer, la ciudad se venga del Sol soberbio que apareció por la mañana inundándolo todo, y sus moles de cristal y cemento se vuelven de repente los barrotes de la celda donde el Sol queda atrapado hasta que decide escapar dando paso a la noche.</div><div></div><div>Voy caminando por la Avenida Marítima... un rayo de Sol me ilumina. Luego se esconde tras un barrote de quince pisos. A los pocos metros, vuelve a darme luz, asomando la cabeza asustado, preso entre los gigantes que se interponen entre el mar y la ciudad. Y vuelve a desaparecer.</div><div>Me produce tristeza verlo tan pequeño, tapado por algo tan vulgar como un edificio. Me da pena que en Las Palmas anochezca antes que en otros lugares sólo porque el hombre decidió poner barreras justo delante del mar, robándonos la puesta de Sol. Reniego de un atardecer con el Sol preso.</div><br /><div></div><div>Este fin de semana me sentaré en la Avenida Marítima, esta vez mirando al mar, para volver a contemplar cómo el Sol nos perdona tanta vileza urbana y, durante unos minutos, vuelve a ser el Rey que nunca debió dejar de ser. </div><div>Este fin de semana veré amanecer en Las Palmas. </div><div>Este fin de semana veré amanecer en la ciudad que creyó ser Dios y nos robó el Sol de cada tarde...</div><br /><div></div><br /><div></div><br /><div></div><br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-39383694648393857512009-06-16T03:15:00.006+01:002009-06-16T03:29:44.949+01:00En Nombre del Remordimiento (O Pieza Suelta de un Puzzle)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPixnNGs7f6iDX6-Bem8j2-FSYvRv7h5k2TBIDiC7Cd2nxCZrhaI4FiPKjHq4-CyuGH2ay099ql7V4Vx_8jVeKBAiNfYaVccHyPJRgFFEf_I_irJ7T9Y43JwYUeyaP48KaZ8qAnz6y4sw/s1600-h/hombre-y-mujer-eduard-munch.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 197px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPixnNGs7f6iDX6-Bem8j2-FSYvRv7h5k2TBIDiC7Cd2nxCZrhaI4FiPKjHq4-CyuGH2ay099ql7V4Vx_8jVeKBAiNfYaVccHyPJRgFFEf_I_irJ7T9Y43JwYUeyaP48KaZ8qAnz6y4sw/s320/hombre-y-mujer-eduard-munch.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5347743854915600994" border="0" /></a><br />Soy esa mujer del cuadro de Munch...<br />Mírenme. ¿Qué ven?<br />Aunque no lo crean, esa mujer está vestida.<br />Lleva una falda de cariño, una camisa de respeto, unos zapatos de preocupación hacia ese hombre que agacha la cabeza.<br />Ese hombre, en nombre del remordimiento, es quien me hace aparecer desnuda en ese cuadro.<br /><br />Soy esa mujer en el cuadro de Munch...<br />Mírame. ¿Qué ves?<br />Lógico. No se puede ver nada mirando al suelo.<br /><br />Para J.Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-66575464209666723262009-05-31T01:19:00.000+01:002009-05-31T01:20:27.077+01:00<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYrgNza8CsttzyMu4ND3F4hIPGWmtLtl-y8mNc0Y-tqRYqnYLwwdndno-bo23ndEkk-OaLoPTv7rGd0Qg3etvFAeUmIKIRwtAe3w78g5AKrPvnfq_hnXWzYMh-fHwiJLSnMS38zXzzG_o/s1600-h/hormigas%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 240px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5341776319635618082" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYrgNza8CsttzyMu4ND3F4hIPGWmtLtl-y8mNc0Y-tqRYqnYLwwdndno-bo23ndEkk-OaLoPTv7rGd0Qg3etvFAeUmIKIRwtAe3w78g5AKrPvnfq_hnXWzYMh-fHwiJLSnMS38zXzzG_o/s320/hormigas%5B1%5D.jpg" /></a><br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-25023103127627688482009-05-21T20:53:00.005+01:002009-05-21T21:07:52.419+01:00Mus, Parchís y otros Juegos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfVkNUINNr06-zrHCrO40y4K4yawI0lMTKcfU6VaHyHTV1EIV0ExSZFMBfcfeDRPMo_Ijoa5KboTIkfS85Jg89ayXpu8YvY9tBDb9IKILukI1Q5p2L_jDB0_sjaYvebgZD-F1TTn7REBk/s1600-h/184230978_97101ae394%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 213px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5338371044465740290" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfVkNUINNr06-zrHCrO40y4K4yawI0lMTKcfU6VaHyHTV1EIV0ExSZFMBfcfeDRPMo_Ijoa5KboTIkfS85Jg89ayXpu8YvY9tBDb9IKILukI1Q5p2L_jDB0_sjaYvebgZD-F1TTn7REBk/s320/184230978_97101ae394%5B1%5D.jpg" /></a><br /><div>En estos días en que no tengo que trabajar es cuando me doy cuenta de que soy como un animalillo que sólo es inofensivo si se le tiene atado y bien atado.</div><div>Y es que, en estos días en que no he ido a trabajar, he jugado al Mus y al Parchís con gente que ni siquiera conozco.</div><div></div><div>Es tanto mi vicio con el juego que, cuando me quise dar cuenta, me estaba jugando también el orgullo y el corazón....</div><div>Y sin mover una ficha, sin tirar un dado y sin levantar una sola carta.</div><br /><div>¿Les interesa un consejo de ludópata escaldada?</div><div>Después de la medianoche, como en La Cenicienta, todo se vuelve más feo. Al menos en esto de los juegos. En todos los juegos. </div><div></div><div>Así que... después de las doce, un buen libro y el messenger cerrado. </div><div></div><div>(Nunca he ganado una apuesta yendo de farol).</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-28839678038601112702009-05-13T18:18:00.009+01:002009-08-14T05:12:09.363+01:00La Roca Valiente<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs8Hna31jdhz0AvyoOiANfkXQ1uS68qadDbxTVV-i02LMdEFCrqD6Rr0PYrrTllniNPmbv4v70vJjCdD0YyDahxrEWN009lInpO9W48Jr0maoCPd8lB9iZfFerobh4v7zu7ylQwaStLxs/s1600-h/ROCA-EN-EL-MAR%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 213px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5335365253471583522" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs8Hna31jdhz0AvyoOiANfkXQ1uS68qadDbxTVV-i02LMdEFCrqD6Rr0PYrrTllniNPmbv4v70vJjCdD0YyDahxrEWN009lInpO9W48Jr0maoCPd8lB9iZfFerobh4v7zu7ylQwaStLxs/s320/ROCA-EN-EL-MAR%5B1%5D.jpg" /></a><br /><br /><div>¿Cuánto tiempo llevaba esa roca ahí? No me atrevo ni a imaginarlo. Seguramente, tantos años como olas la habían embestido ya.</div><div>¿Y cuántas veces había pasado yo por aquel lugar? Seguramente, tantas como olas me habían embestido a mí.</div><div>Y en esa calurosa tarde, otra más, acomodada en la guagua, con la espalda apoyada en el cristal y las piernas estiradas a lo largo de los sillones traseros, la vi.</div><div>La vi... y fue tal la visión de aquella roca en medio de una nada acuática, que me quité rápidamente los auriculares de los oídos y me incorporé para poder observarla los pocos segundos que quedaban antes de que quedase escondida de mi vista, detrás de las horribles y cochambrosas casas que tapan la vista del mar a lo largo de toda la carretera.</div><div>Pude verla en el justo momento en que una ola la atacaba fuertemente por la espalda, precisamente a ella, tan sola en medio del desierto azul. Pero no se inmutó. Aguantó inmóvil, quieta, paciente. En cambio, fue la ola la que se rompió en una gran estrella de espuma, por encima de la roca valiente. Ella, que llegó por la espalda, se hirió de muerte, descomponiéndose en torbellinos de sangre blanca. Llegó inofensiva a la orilla, mientras la roca seguía inmutable en medio del mar tranquilo que ya preparaba su próxima embestida de la que, sin duda, y aunque no pude verlo ya, la roca saldría sana y salva. </div><br /><br /><br />(A Samuel, una roca más valiente que la del relato. Aunque nos separe el Atlántico, sabes que una velita siempre arde por ti)<br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-13411195219038547672009-04-12T00:52:00.004+01:002009-04-12T01:14:02.008+01:00Sabios microscópicos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg66XbfDoAJC6iytexwcQGI-vtIh_G-pVeX4sXmPkk70uE90uNlo1heOKCpLUhf6PyRugaKSnLG3Z8EkrQJveNjvnaC6HMtCRX0t3EKuknx47Hoggis1xCagoXdpvkutRiX__lI9VoVWCg/s1600-h/DSCN2365.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5323587317310824738" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg66XbfDoAJC6iytexwcQGI-vtIh_G-pVeX4sXmPkk70uE90uNlo1heOKCpLUhf6PyRugaKSnLG3Z8EkrQJveNjvnaC6HMtCRX0t3EKuknx47Hoggis1xCagoXdpvkutRiX__lI9VoVWCg/s320/DSCN2365.JPG" border="0" /></a><br /><div>No tengo ni idea de cuánto tiempo hacía que nadie se molestaba en limpiar los libros que ocupaban aquellas estanterías.</div><div>Empecé a llevar en brazos hacia el salón todos los que podía cada vez para ahorrarme paseos innecesarios. Me di cuenta de que eran muchos, de muchos tamaños, de muchos temas distintos, de muchos colores, de muchos años, de pocos años, sin traducir, traducidos...</div>No sé si tardé tanto en quitarles el polvo porque me entretenía mirando cada uno, meneando sus páginas para que saliera de ellas el polvo, curioseando lo que contaban. Pero estuve un larguísimo rato hasta que quedaron nuevos otra vez.<br />Abrí las ventanas para que la atmósfera se despejara y vi, a mi alrededor, pequeñas nubecitas de polvo, danzado ingrávidamente por encima y alrededor de los libros y de mí, que los seguía curioseando con muchas ganas pero sin ninguna prisa. Allí estaban, huyendo a través de la ventana o arrastrados hacia ella por la corriente de aire, los millones de pequeños ácaros que habían vivido tanto tiempo entre sus páginas. Se marchaban desterrados, dejando paso a los nuevos que en breve, seguro, volverían a asentarse entre aquellas páginas llenas de tantas cosas para recostarse entre las hojas y quién sabe, si para devorar lo que dicen.<br />El caso es que no pude resistirme a hacer la foto que encabeza estas palabras. Nuevos otra vez, apilados unos encima de otros, esperando para ser recolocados en sus estanterías limpísimas ahora, pero que ya iban haciendo sitio para los nuevos curiosos invisibles que, en el momento publicarse esto, sin duda ya estarán agrupándose para pasar una larga temporada a la sombra de las miles de hojas que forman esa pequeña gran biblioteca.<br />Los habrá políglotas; algunos saldrán siendo expertos en arte; otros serán poetas; otros, aburridos de las matemáticas o de la física les dirán a los que habitan los libros de Benedetti que les reciten algún lindo poema...<br />Pero todos, a su manera, se habrán convertido ya, cuando vuelvan a ser desterrados por a saber qué manos esta vez, unos sabios microscópicos.Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-52220001017962089922009-04-09T04:03:00.007+01:002009-04-11T03:04:07.983+01:00Hayóm heíra hashémesh et imkéy nafshí (Hoy la luz del Sol ha entrado en mi alma)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJCK6gXf_aW1oqAGsPAfSGEXGrACSXxu_Q_JLJXc34MIKKN-d1cQUxWKnoayXV7D6wSFcVREn3PxWApKP3rwR4MVuo3IYtkgwpnkOaFUbgj5bTpaBcgELVsq3wn5mIQg7P8PyAVesswek/s1600-h/RSCN2361.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5323248716714824146" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJCK6gXf_aW1oqAGsPAfSGEXGrACSXxu_Q_JLJXc34MIKKN-d1cQUxWKnoayXV7D6wSFcVREn3PxWApKP3rwR4MVuo3IYtkgwpnkOaFUbgj5bTpaBcgELVsq3wn5mIQg7P8PyAVesswek/s320/RSCN2361.JPG" border="0" /></a><br /><div>Orí llegó una tarde sin esperarlo, como suele ocurrir con los mejores momentos de tu vida.<br />Venía de muy lejos, de muy, muy lejos: de Galilea.<br />Orí es un israelí rubio. Rubio el cabello; rubias las cejas; rubia la barba. Con ojos azules y la piel morena por el Sol. Con una voz tan suave que parece recitar un poema cada vez que empieza un discurso.<br />Orí no habla por hablar, no canta por cantar.<br />Orí, simplemente, embruja, atrapa.<br />Es un enamorado de las lenguas y, sobre todo, de su idioma materno: el hebreo.<br />Yo soy una enamorada de las lenguas y, sobre todo, de mi dioma materno: el castellano.<br />Así que fue bonito el cuadro de dos que, sin entender una palabra de lo que decía el otro, cantaban canciones y recitaban poemas en su lengua materna.<br />Las canciones que Orí canta son algo más que canciones. Cuando cierra los ojos, sonríe. Y da golpecitos en la mesa con los dedos, creando una percusión suave que me transporta a una tierra lejana en la que nunca estuve, pero que aparece ante mis ojos como si entendiera cada uno de los preciosos sonidos que forman la lengua hebrea. Canciones que hablan de una ventana desde donde se ve el mar azul. Canciones que hablan de alguien que conoce tan bien su corazón, que entiende cada uno de sus latidos. Canciones que hablan sobre una mesa donde hay ricas comidas y por donde pasan fugazmente las telas de las faldas de las mujeres, impregnadas del olor a especias. Todo eso dice el hebreo sin que entiendas una palabra.<br />Orí me explicó que el hebreo apenas si ha cambiado desde que se conocen los primeros textos. Tentación inevitable el pedirle que me recitara algo de la Biblia; quería oír cómo hablaba Jesucristo hacía dos mil años. La conoce bien. Me miraba con los ojos azules, profundos y pronunciaba suavemente palabras llenas de aire, de garganta, de arena... Noté cómo se me ponían los pelos de punta y me daban ganas de llorar. Él acababa el discurso y sonreía.<br />Yo también enseñé a Orí un poema de Bécquer que lo hizo suspirar, abrir los ojos con asombro y lo recitó en castellano como si lo hablase de toda la vida. Nuestros idiomas se mezclaron sentados en la mesa, bebiendo vino lentamente.<br />Levantando las copas, él decía "salud" y yo le respondía "lejáim".<br />Tradujo el poema de Bécquer al hebreo y podría parecer que había sido escrito en su idioma originariamente, tal era el ritmo y la suavidad que lo contagió cuando lo leyó.<br />Me lo aprendí; se asombró de mi pronunciación hebrea y me dijo que oírme le hacía estar un poco más cerca de casa.<br />Orí me dijo que yo tenía suerte de tener un sueño. Que no lo dejara escapar.<br />Me lo dijo en inglés. Y yo, que no quería ver en ese momento que estaba dejando escapar mi gran sueño, o tal vez como un modo desesperado de agarrarlo durante unos segundos, le dije a Orí que siguiera cantando en hebreo.<br />Y allí estaba, mirando a Orí, que tenía los ojos cerrados, cantando las canciones de su historia, mientras yo volvía a Jerusalén, a las calles polvorientas donde brillaba el Sol, donde unos niños reían y el cielo se veía muy azul, unas calles donde aún no volaban los aviones hacia Palestina, esos aviones que destrozan cada día la vida de tanta gente buena, como él dice. Esos aviones que destrozaron el corazón de Orí, a quien el dolor le impide ver Israel como algo distinto de lo que cuentan esas canciones tan, tan bellas.<br /><br /><br />(A veces, aunque sólo sea fugazmente, el viento trae una pequeña parte de un mundo que parece muy lejano, hasta que puedes tocarlo. Hasta que ves que lo que pasa "allá", pasa también, de algún modo, "aquí", cuando te lo narra un testigo. Cuando Orí me habló desde el fondo de su corazón sobre lo que ocurre en su tierra, donde él fue niño y donde sus amigos se convirtieron en sus hermanos, dejé de sentir ese mundo tan lleno de historia como algo lejano, y eso "vahaló dai bejáj" (para mí es suficiente). Dedicado a las personas como Orí, que cambian durante unas horas tu vida. Para que no muera ni un solo Orí más en esa tierra de canciones hebreas).</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-89733795923558910722009-03-29T07:17:00.006+01:002009-03-29T07:45:36.462+01:00Café tradicional, express o soluble. Pero café.<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6ivRrqy8g4Lwr-4IlnlC7PyoCrvKj_7WBMnL9Fr_gPrLnzolflooFzUVPE7eAov0lpJOmxUnwdfAnqx3kh57_ll-t8sixMpLG41cnwE2eJ0bOkwoBOpT9E3V643JsV9Sm1ePT4CdlJ00/s1600-h/cafe_organico%5B1%5D.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5318495755580382994" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 250px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6ivRrqy8g4Lwr-4IlnlC7PyoCrvKj_7WBMnL9Fr_gPrLnzolflooFzUVPE7eAov0lpJOmxUnwdfAnqx3kh57_ll-t8sixMpLG41cnwE2eJ0bOkwoBOpT9E3V643JsV9Sm1ePT4CdlJ00/s320/cafe_organico%5B1%5D.jpg" border="0" /></a><br /><div>La contraseña era siempre la misma: "Voy a tu casa a tomarme un café". Es lo que tiene estar casado. Uno tiene que hacerse un mundo en clave para no ser descubierto. Si mi respuesta era "tengo la cafetera lista", significaba que la que estaba lista era yo.</div><div>Lo más gracioso de todo es que el café lo hacía en serio, como quien toma esa rutina como un previo sexual.</div><br /><div>Debe ser que encontró otra amante que se había comprado la cafetera que anuncia George Clooney, ésa que lo hace todo en un santiamén y de distintos sabores. El caso es que dejó de pedirme mis deliciosos cafés durante una temporada.</div><br /><div>Pero las máquinas se estropean y las cafeteras plateadas de mango negro y que hacen "grugrugru" al sacar el café, duran y peduran per secula seculorum. Así que imagino que quería volver al sabor tradicional y volvió a demandar el oscuro y estimulante líquido que yo preparaba.</div><br /><div>Lo que él no sabía es que mientras estuvo ausente me diagnosticaron hipertensión.</div><div>"He dejado la cafeína", fue mi respuesta. Nunca volví a saber de él.</div><br /><div></div><div>Bueno, sí. Me lo tropecé una vez con su mujer en una cafetería. Tiene gracia.</div><div></div><div>(Si ya sabía yo que a ése en su casa no le hacen el café como Dios manda).</div><br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-46118000781842107352009-03-20T01:44:00.004+00:002009-03-20T01:59:21.394+00:00No pudo ser.<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhW9Ws3DGFkA4QVKDyUYNPmL4Apnrr1YSgVTLFZE5s1y2mFVe571xRJRrjqQfAC32Hfv1w-1thYdoWpUk98BYETsAgq6z6X_8o44Mft273agDRHizqGgh6tNNMC5bqsoJMkDP8qKB90pU4/s1600-h/681683_445b956957_m%5B1%5D.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5315083499447262722" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 202px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhW9Ws3DGFkA4QVKDyUYNPmL4Apnrr1YSgVTLFZE5s1y2mFVe571xRJRrjqQfAC32Hfv1w-1thYdoWpUk98BYETsAgq6z6X_8o44Mft273agDRHizqGgh6tNNMC5bqsoJMkDP8qKB90pU4/s320/681683_445b956957_m%5B1%5D.jpg" border="0" /></a><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEgnh1NztLYyW_F7zWj9KoskKyuX8yaFRYv4vFsZzmmfo1gFIyNSJOZLcJYWyWvWvDSdpIHuPqW2eOtAVrcNpEAtD0ii_gDeSNcrAIExGFtQ_sZZVWmuE4PoOYHzu8KAt19S1g4B4A4W8/s1600-h/08062008120.jpg"></a><br /><br /><div>No me quiso para siempre el niño inocente que era. El primero.</div><br /><div>Tampoco el que llegó después. Nunca me dio su pelo rubio y sus ojos azules. El iniciático.</div><br /><div>La misma suerte corrí con el tercero, el más duradero y quien me dejó el peor recuerdo. El desequilibrado.</div><br /><div>Cuando llegó él, el cuarto, las cosas no fueron distintas. Me dejó el alma exhausta. El terrorista psicológico.</div><br /><div>Ni siquiera el único que me atrapó por su cerebro pudo quererme. El adictivo.</div><br /><br /><div></div><div>Me preguntan a veces que si creo en el amor... Qué quieren que les diga. He llegado a la conclusión de que es una alucinación, parece que es algo que sólo puedo ver yo.</div><div> </div><div>Y mi respuesta, claro está, es siempre que no, aunque sea mentira. </div><br /><div>No me vayan a tomar por loca...</div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-7398541643813928662009-01-18T07:02:00.008+00:002009-01-31T22:22:13.811+00:00Breve historia de una noche<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEht-rvq1RPpz0vykY1tBVlOEdQ-MM8Rhp3GqR_EaCtMp-YV26wzkX2cAOVXyyLY_kIELyYHvjjXI4jeXlnGRdTyJB3fUvf5MQuznC1NcT7Qsf-hqRXK5TWPYnMj9bZgxzlSHinuJETFXYQ/s1600-h/mujer-en-el-agua%5B1%5D.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5292527899762166994" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEht-rvq1RPpz0vykY1tBVlOEdQ-MM8Rhp3GqR_EaCtMp-YV26wzkX2cAOVXyyLY_kIELyYHvjjXI4jeXlnGRdTyJB3fUvf5MQuznC1NcT7Qsf-hqRXK5TWPYnMj9bZgxzlSHinuJETFXYQ/s320/mujer-en-el-agua%5B1%5D.jpg" border="0" /></a><br /><div>Era sólo una cena de cumpleaños. </div><div>Empezó con una reunión tranquila entre amigos.</div><br /><div></div><div>Vino, ron, Jack Daniel´s, vodka y tres clases de licor en las venas y en el cerebro.</div><div>Siete bebidas distintas son demasiadas para cualquiera.</div><div></div><div>Sangre ajena en una mano. Le rompieron una ceja y la sangre le chorreaba hasta el pecho.</div><div></div><div>Un poco de hachís.</div><div></div><div>El coche abollado.</div><br /><div></div><div>Breve historia de una noche.</div><br /><div></div><div>Justo antes de que amaneciera apareciste tú para rematar la locura.</div><div>O tal vez para hacer que todo eso tuviese algún sentido...</div><br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-73067153700568981182009-01-11T01:07:00.007+00:002009-01-11T01:25:11.959+00:00Tres más una no son Cuatro<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSP3Fh7bMK6uzCZqBlPROuSakv-SfaDWbL_We_h_0xKb1YUEBF57YWjYCWadacrbhCVpjIzGmbFW3Mj-2Lo9o7iEkN0vVrEKbIT2aJ1MXa36ciakOHwoimPIebhfPxDQBiGEzkwvcafU0/s1600-h/untitled.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5289839929026395938" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 311px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSP3Fh7bMK6uzCZqBlPROuSakv-SfaDWbL_We_h_0xKb1YUEBF57YWjYCWadacrbhCVpjIzGmbFW3Mj-2Lo9o7iEkN0vVrEKbIT2aJ1MXa36ciakOHwoimPIebhfPxDQBiGEzkwvcafU0/s320/untitled.bmp" border="0" /></a><br /><div>Ellos eran tres.</div><div>Tres hombres.</div><div>Tres amantes.</div><br /><div></div><div>Tres imposibles.</div><div>Tres imperfectos.</div><div>Tres pecados.</div><br /><div></div><div>Tres incógnitas.</div><div>Tres decepciones.</div><div>Tres despedidas.</div><br /><div></div><div>Y yo era sólo una.</div><div></div><div></div><div></div><div></div><div>Una para los tres.</div><div>Una contra los tres.</div><div>Los tres contra una.</div><br /><div></div><div>Ahora echo de menos a tres.</div><div>Los tres, a ninguna.</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-29254247604832824052009-01-07T02:19:00.005+00:002009-12-02T04:05:53.673+00:00Sucedáneo de Bridget Jones<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSHEru_Xo5nBjd0bhvY6MAsrD6QYl35Z8_QlkCsRtkUfmQ85oq0hgNlAF20-H4eeNYVtqKBFd8G9LxHewr7lQZzXWjKzK03MIZrD_G4dGKQsruiKE8US7mQ0KSRCDHCqCYN3PBUVPAAMU/s1600-h/mujerfumando%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 320px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5288373936048264210" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSHEru_Xo5nBjd0bhvY6MAsrD6QYl35Z8_QlkCsRtkUfmQ85oq0hgNlAF20-H4eeNYVtqKBFd8G9LxHewr7lQZzXWjKzK03MIZrD_G4dGKQsruiKE8US7mQ0KSRCDHCqCYN3PBUVPAAMU/s320/mujerfumando%5B1%5D.jpg" /></a><br /><div>No creo que el principio del año, que coincide con el final de la Navidad, sea un buen momento para hacer ningún balance. Pero, siendo honesta, debo reconocer que ninguno de los días del año es un buen día para hacer un repaso de nada. Ése es mi caso.</div><br /><div>Yo no me veo graciosa haciendo un playback del "All by myself" de Celine Dion en mi sofá, con una botella de vino medio vacía en la mesita. Más bien suelo beber ron hasta balbucear, entonando cualquier rap catastrófico.</div><div>He hecho el recuento de esas cosas tan superficiales que hacía Bridget, como las calorías consumidas entre dulces, grasas, alcohol y bebidas azucaradas. Pero superficial como es, salgo peor parada que ella. Malo.</div><div>He hecho también la cuenta de la nicotina inhalada y creo que debo ser la versión cancerígena de la Bridget más empedernida.</div><br /><div>Y qué decir de los hombres que no me convienen y a los que atraigo como un imán potente como la bomba H. No me cabrían en diez diarios juntos las veces que me he dado con la mano en la frente para exclamar "Dios mío, si es que cada vez me los busco peores..."</div><br /><div></div><br /><div>En fin... Visto lo visto, mi único propósito para este (otro) año que acaba de nacer, es no hacer ningún otro propósito. NINGUNO. </div><div>¿Caerá mi destino en la trampa de la "psicología inversa"?</div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-58179308353744516052009-01-07T02:08:00.002+00:002009-01-07T02:15:41.403+00:00Un Cuento de Navidad<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihcZayPNK1e41R0d-sSVmaoHR8j7FgLuAZtEU4KJk8X7xi0lgLoEaurRnrn3hIBPKknqnfXhGG1K7kEBSkHcKeVoDdDR_SXh2hJ-IdJejweDv4Jgw83xEssoGPNHOV_NcxPeyCRACPfWY/s1600-h/papanoel1%5B1%5D.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5288369712183842530" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 252px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihcZayPNK1e41R0d-sSVmaoHR8j7FgLuAZtEU4KJk8X7xi0lgLoEaurRnrn3hIBPKknqnfXhGG1K7kEBSkHcKeVoDdDR_SXh2hJ-IdJejweDv4Jgw83xEssoGPNHOV_NcxPeyCRACPfWY/s320/papanoel1%5B1%5D.jpg" border="0" /></a><br /><div>Y no es que vaya a emular aquí a Charles Dickens.</div><div>Sino que me dijo que nos veríamos antes de Los Reyes y desde la Nochebuena no supe nada de él.</div><br /><div>Maldito cuentista...</div><br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-53235586886753854632008-12-15T01:23:00.000+00:002009-05-31T01:25:44.584+01:00<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpPiE_edbxNnakb0Lc74VW7mkXIXdJUZuxK9j8LjG6FSwuxQTd8YX0gLTMnJ6bk4PpWF3t102VQjzwPiFdXYdL7bh9_MOKzE6lZqDmL757YJXSFaV0fL4quF-fGj05gymgUhbhfMa9LHY/s1600-h/hormigas%5B1%5D.jpg"><img style="TEXT-ALIGN: center; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; DISPLAY: block; HEIGHT: 241px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5341777369986638866" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpPiE_edbxNnakb0Lc74VW7mkXIXdJUZuxK9j8LjG6FSwuxQTd8YX0gLTMnJ6bk4PpWF3t102VQjzwPiFdXYdL7bh9_MOKzE6lZqDmL757YJXSFaV0fL4quF-fGj05gymgUhbhfMa9LHY/s320/hormigas%5B1%5D.jpg" /></a><br /><br /><div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8669918839643403650.post-61165528377116754092008-12-13T03:39:00.015+00:002009-08-27T04:25:52.063+01:00Una historia de la Guerra Civil<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgK_yoo4sPj14_PR_7BkNezPfsVxf1r7_zTKEEHsp5bY6RZzUjkAJMcysiwnihF0lJxTtwOS7OecZkCO0kgGNdrVOK6V0CrXs7ik32ANUC53YA7nhRORNjoziQtA0a7cWc0BghX-VZBHUM/s1600-h/2_7%5B1%5D.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5279135932941644178" style="margin: 0px auto 10px; display: block; width: 222px; height: 320px; text-align: center;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgK_yoo4sPj14_PR_7BkNezPfsVxf1r7_zTKEEHsp5bY6RZzUjkAJMcysiwnihF0lJxTtwOS7OecZkCO0kgGNdrVOK6V0CrXs7ik32ANUC53YA7nhRORNjoziQtA0a7cWc0BghX-VZBHUM/s320/2_7%5B1%5D.jpg" border="0" /></a><br /><div>César no sabía cuánto tiempo había pasado corriendo desde que le habían dado el "alto" aquellos soldados que habían entrado al pueblo esa tarde. Emprendió la carrera por las calles del pueblo hasta salir al bosque y allí tampoco había dejado de correr. Le parecía escuchar el ruido de las botas de los soldados por los adoquines empapados muy de cerca, hasta que se dio cuenta de que llevaba largo rato corriendo entre árboles y que era ya sólo un eco de su memoria. Entonces paró, agotado, con arcadas y una mano en el estómago, apoyando una mano en un árbol mientras sus ojos sólo veían la tierra del suelo, oscurecida por el anochecer. Hacía frío, pero César no sentía un frío humano, sino una gelidez que le atravesaba los huesos, los músculos, los órganos. Tenía la vista nublada, creía él que del cansancio , pero sabía que si respiraba apoyado en aquel árbol un minuto más, ya no sería capaz de volver a emprender el camino.<br /><div><div>Así que prosiguió, tambaleándose. Apenas podía ver en la oscuridad que se cernía sobre él y escuchaba en su cabeza el ruido de las botas de los soldados pisando las calles del pueblo, y el tintineo algo grave de las correas golpeando los fusiles al compás de la carrera. No podía preocuparse en ese momento por eso ni por nada, sólo por salvarse del fusilamiento seguro que le esperaba si daban con él. Ya habían fusilado a Ramiro, su amigo y hermano de su novia, Juana. Mientras corría, jadeaba y el frío se le metía en las entrañas, César recordó la noche anterior en que mataron a su amigo y que le parecía ya muy lejana.<br /></div><br /><div>Ramiro tenía veintidós años. Había escapado de una muerte casi segura al pasarle una bala rozándole la frente, que le dejó una herida muy grande que intentó curar con una venda que le rodeaba la cabeza y que se ensangrentó rápidamente. Quién iba a decirle a él que esa venda sería precisamente lo que lo llevaría delante del pelotón de fusilamiento tan sólo unas horas después.</div><div>Y es que Ramiro se escondió por el pueblo ante la amenaza que se cernía sobre todos los enemigos reconocidos. Los soldados sabían que le habían herido en la cabeza y en un primer momento lo dieron por muerto, pero luego descubrieron que había sobrevivido y comenzaron a buscarlo a él y a los otros fugados, entre los que estaba César.</div><div>Ramiro vagó por las calles oscuras, buscando un refugio seguro. Se movía sigilosamente por las calles, vigilando en cada una de las esquinas antes de doblarla. Estaba asustado y únicamente habría querido sentarse en casa, delante del brasero y que todo eso hubiese sido una pesadilla de cualquier noche, que no fuera real. Pero el destino o la mala suerte quiso que, en la noche, la parte que le quedaba limpia de la venda reluciera en la oscuridad y un soldado lo reconociera a lo lejos. Dio la voz y muchos corrieron detrás suyo. Con la herida en la cabeza las fuerzas no eran ya suficientes y le dieron caza apenas dos calles más abajo.</div><div>A golpes de culata por la espalda lo llevaron al ayuntamiento, tomado por los soldados, donde se encontró con otros compañeros y amigos del pueblo sentados en el suelo de una pequeña y fría habitación. No tardaron ni una hora en llevarlos al patio trasero y darles muerte. </div><div>Ramiro amaneció tumbado en el suelo, en un charco de muchas sangres mezcladas con la venda delatora confundida ahora con la sangre de su propia cabeza y de las que lo rodeaban, fusilados y caídos como macabras marionetas delante del muro salpicado de infinitas gotas rojas y de agujeros, como un cielo lleno de estrellas de sangre.</div><br /><div>En todo eso iba pensando César mientras se asfixiaba de cansancio y tiritaba de frío en medio de los árboles. Él había podido esconderse todo el día de la muerte de Ramiro hasta que los soldados empezaron a derribar las puertas de todas las casas. Y fue entonces cuando empezó su carrera para salir del pueblo y llegar al bosque. La fuga no le salvaba la vida, pero en su desesperación, pensaba que no era una muerte tan segura como la que le esperaba escondido donde estaba.<br /></div><div>Ya entrada la noche, en medio de un encinar, vio una pequeña casa. Una finca que parecía habitada, pero rodeada de un silencio sepulcral. Vio que la puertecita de entrada estaba abierta, igual que las ventanas, que se veían detrás del enrejado que las protegía, y una luz débil salía de la casita.</div><div>Se dio cuenta de que el frío que sentía era un frío de muerte y de que casi no podía ver con claridad la casa que se encontraba a pocos metros. Y supo que estaba enfermo y que ardía en fiebre. Una fiebre que le oprimía los pulmones y le agarrotaba los músculos casi por completo. Entonces se acercó y entró, alerta, pero decidido, a pedir cobijo. Vio que el hombre ya dormía, un quinqué ardía sobre la mesa de noche y alumbraba al hombre tapado hasta la cabeza.</div><div>César se acercó despacio y el silencio le empezó a parecer aún más profundol. Intentó ver la cara del hombre que dormía sospechosamente con la puerta y las ventanas abiertas y las arcadas volvieron a atacarle. El olor fétido que provenía de la cama le hizo taparse la boca para evitar el vómito. Destapó bruscamente al hombre, que se mostró boca arriba, con la boca abierta, descompuesta por las comisuras y los ojos abiertos de par en par, llenos de miedo. Tenía las manos agarrotadas, una sobre el vientre, a unos centímetros, en el aire y otra cerca de la cara, como en un movimiento congelado. Vio cómo unos gusanos amarillentos le salían de la piel descarnada del cuello y la sangre pútrida de la camisa era casi negra. Le habían disparado en el estómago y en el cuello y lo habían tapado, seguramente los mismos soldados que luego pondrían rumbo a su pueblo.</div><div>La fiebre no le dejaba dar un paso más y se derrumbó. Fue entonces cuando lloró por la muerte de Ramiro por primera vez, por la visión del cadáver de aquel hombre que había muerto lleno de miedo, por el dolor que sentía en el cuerpo, por el frío, por Juana, por la guerra. </div><div>Vio que a los pies de la cama había un arcón de madera. El olor del cadáver le subía el vómito hasta la garganta y, sabiendo que no podría dar un paso más, decidió meterse en el arcón para morir de alguna forma que no fuera con varios disparos de fusil delante de una pared.</div><div>Abrió la pesada tapa del arcón, sacó la ropa de cama y los manteles que había guardados dentro, lanzándolos al suelo despacio y empujándolos debajo de la cama débilmente con los pies porque no podía ya hacer apenas un movimiento.</div><div>Se enroscó dentro, llorando silenciosamente, secándose unas lágrimas que le quedaban en las mejillas con las mangas sucias de la camisa y cerró los ojos. Luego sintió que se iba cerrando su cuerpo... luego su cabeza... y perdió la consciencia.</div><br /><div>En el pueblo, los que lograron recuperar a sus muertos, los enterraron. Los que no, siguieron sus vidas con la herida abierta para siempre. Pasó un día. Y otro. Y otro.</div><div>Tres días después de los fusilamientos, ni la lluvia había logrado borrar aún los rastros de sangre que salpicaban las calles. Tres días de confusión, de dolor, de pérdida.</div><div>Tres días sin que nadie supiera que, en medio del bosque, en una pequeña casa escondida en un encinar, un hombre salía de dentro de un arcón a los pies de una cama donde se hallaba un cadáver putrefacto. Un hombre que había escapado de los fusilamientos y de la fiebre mortal que logró sanar sudando, inconsciente durante tres días dentro de un arcón, en el que se había metido, paradójicamente, para morir.</div><br /><div>Un hombre que se llamaba César, que regresó a su pueblo y que vio cómo la maldita Guerra Civil acababa un día primero de Abril de 1939.</div><div>César se casó con Juana y tuvieron un hijo, Ramiro.</div><div>Ramiro supo de esta historia y, cuando tuve edad de entenderla, me la contó.</div><div>Porque Ramiro es mi padre.</div><div>Y yo, una nieta orgullosa.</div><div></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div></div><div> </div><div> </div><div>(Dedicado a César y Juana, mis abuelos, que vivían en un pequeño pueblo de Extremadura llamado Helechosa de los Montes, donde ya descansan juntos y a quienes ocurrió esta triste historia, una entre miles, de la Guerra. Y a mi tío abuelo Ramiro, que murió fusilado a los 22 años)</div></div></div>Amaranta Buendíahttp://www.blogger.com/profile/10119120531367650333noreply@blogger.com2