30.10.08

Sin parámetros (A Matías)


Cuento sus virtudes, sus ocurrencias, su manera de ser o de pensar.
Reproduzco algunas de sus frases, digo que son suyas.
Me gusta tal y como es.


- ¿Qué edad tiene? - es la pregunta de rigor.
Como si un número de años vividos fuera un parámetro justo para calificar o descalificar algo.
- Trece años menos que yo - respondo a boca llena.
De repente parece que su edad es más poderosa que cualquiera de sus palabras o de sus acciones.
¿Acaso tendría que mentir diciendo que es una persona con una decena más de años? ¿O dos?
¿O que me dobla la edad?
¿De verdad cambiaría eso lo que me ha dado o lo que me ha enseñado?


Era pequeño cuando supe que existía. Tan pequeño que no había asomado aún los ojos al mundo.
Un día 8 de septiembre nos avisaron de que había nacido.
No voy a mentir. Fue siempre especial, desde que empezó a articular las primeras palabras.
Lo recuerdo como una sombra en miniatura detrás de su padre. Los dos morenos, como uno solo. Él a escala.


Con los años nos miramos de igual a igual.
Intercambiábamos ideas y pensamientos bajo la luz del Sol en el lugar que unió los dos caminos.
Sé que siempre me ha tomado en serio. Aun cuando yo no era capaz de hacerlo por mí misma.
Me consta que algunos de mis consejos le han valido, bien a tiempo, bien a destiempo.
Sé que no siempre puede darme la razón, pero no me subestimó nunca. Al contrario.


Sabe que algunos de sus consejos también me han valido a mí para mucho. Y si no lo sabe, quede aquí constancia de ello.
Le consta que siempre lo he tomado en serio. Aunque él fue siempre capaz de hacerlo por sí mismo.
Sabe que no siempre puedo darle la razón, pero lo valoro. Desde siempre.
Es fácil hablar con él. Porque es transparente. No hay trampa ni cartón en lo que ofrece.
Es mi amigo.
Tiene trece años menos que yo.
¿Y qué?
Lo quiero.
Sin parámetros.

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