Intenté escribir sobre ti. Cerrar el capítulo definitivo de este libro que parecía no tener fin y que finalmente lo tuvo.
Me senté delante del papel, golpeando con el bolígrafo sobre la hoja, esperando las palabras que en un tiempo vinieron antes de llamarlas. Pero no llegaron.
Tiempo, tal vez, era lo que necesitaba para poder volver a escribir sobre ti. Para despedirme, para despedirte.
El tiempo pasó, lento al principio y muy rápido luego. Y las palabras siguieron sin llegar.
Tal vez sea eso. Que uno no puede hablar de lo que no siente.
Sería escribir al aire. Peor que eso, porque el aire me acompaña cada segundo... Y tú ya no estás en ninguna parte.
No consigo recordar tu cara.
No siento dolor, ni alegría, ni despecho, ni indiferencia, ni rencor, ni perdón.
No logro recordar lo que me hizo escribir sobre ti tantas veces en el pasado.
Bueno, quizás... finalmente eran estas palabras las adecuadas.
Porque, qué mejor despedida que haberme despedido de ti sin haberme dado cuenta.
Porque, menos que el aire, eres la nada.
Nada.
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