Una vez iba el sapo caminando lejos de su charca, por la arena. De repente se encontró a un escorpión herido, no podía andar. El escorpión miró al sapo apenado y le dijo:
- Amigo sapo, por favor, llévame hasta mi guarida para estar allí a salvo.
- ¡Ni hablar, escorpión! - dijo el sapo - eres un escorpión y podrías matarme con tu picadura.
- ¿Crees de veras que te mataría siendo quien me ponga a salvo?. Vamos, amigo, por favor, aquí afuera estoy a expensas de los depredadores.
El sapo se apiadó del escorpión y lo cargó hasta su guarida. Al llegar y ponerse a salvo, el escorpión, a la velocidad del relámpago, picó al sapo.
- Pero... me prometiste que no me matarías si te traía - dijo el sapo mientras notaba que el veneno del escorpión lo iba paralizando
- Efectivamente, querido amigo. Me has salvado pero... tú ya sabías que yo era un escorpión.
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