13.11.07

Sonetos de la Muerte (Gabriela Mistral)


Hace tiempo pensé en colgar en este blog las palabras de otros. No es un ánimo de robar lo que ellos hicieron con mucho esfuerzo y, en el caso de Gabriela, con mucho sufrimiento que acabó llevándola a la locura. Es sólo un afán de REGALAR lo que a mí me ha llegado y llenado. Lo que van a leer es real; Gabriela se enamoró perdidamente de un hombre que la abandonó y ella jamás lo superó. Rezó incansablemente para que muriera antes que verlo con otra mujer. Cuando la muerte se lo llevó, ella escribió los "Sonetos de la Muerte", delirantes, febriles, desesperados. En ellos cuenta que ahora que está muerto, nadie se atreverá a tocarlo y por fin ella podrá bajar a su tumba a hablar con él y pasar juntos la eternidad. No aptos para corazones rotos, pero inevitables al mismo tiempo. Dedicado a todos aquéllos afortunados que han nacido con la capacidad de poder sentirlo todo con las tripas y el alma. El mundo nunca será nuestro, ¡pero la vida, sí!


Del nicho helado en que los hombres te pusieron

te bajará la tierra humilde y soleada

Que he de dormirme en ella los hombres no supieron

y que hemos de soñar sobre la misma almohada.


Te acostaré en la tierra soleada con una

dulcedumbre de madre para el hijo dormido,

y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna

al recibir tu cuerpo de niño dolorido.


Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,

y en la azulada y leve polvareda de luna,

los despojos livianos irán quedando presos.


Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,

¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna

bajará a disputarme tu puñado de huesos!


Este largo cansancio se hará mayor un día,

y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir

arrastrando su masa por la rosada vía,

por donde van los hombres, contentos de vivir...


Sentirás que tu lado cavan briosamente,

que otra dormida llega a la quieta ciudad.

Esperaré que me hayan cubierto totalmente

¡y después hablaremos por una eternidad!


Sólo entonces sabrás por qué, no madura

para las hondas huesas tu carne todavía,

tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.


Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;

Sabrás que en nuestra alianza signo de astros había

y, roto el pacto enorme, tenías que morir.


Malas manos tomaron tu vida desde el día

en que, a una señal de astros, dejara su plantel

nevado de azucenas. En gozo florecía.

Malas manos entraron trágicamente en él...


Y yo dije al Señor: "Por las sendas mortales

le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!

¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales

o le hundes en el largo sueño que sabes dar!


¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!

Su barca empuja un negro viento de tempestad.

Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor".


Se detuvo la barca rosa de su vivir...

¿que no sé del amor, que no tuve piedad?

¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!


(Dedicado especialmente a Gloria, porque ha sabido adivinar, entender y escuchar todas mis pasiones)